Viernes, 19 de septiembre de 2014
Los profesores Alberto Kornblihtt, Felipe Fucito y
Daniel Heymann compartieron un panel en el marco del programa La
Universidad de Buenos Aires para el Siglo XXI. Hablaron sobre la
producción de conocimientos científicos y su finalidad.
¿Para quién
produce conocimiento científico la universidad? La pregunta, con el
foco ya no puesto en cuál es el fin de investigar, sino a quién le
sirven las conclusiones de la academia, fue el centro del panel Ciencia y
universidad, que se desarrolló el miércoles pasado en el marco del
programa La Universidad de Buenos Aires para el Siglo XXI. Allí
expusieron los profesores Alberto Kornblihtt, de la Facultad de Ciencias
Exactas y Naturales; Felipe Fucito, de Derecho; y Daniel Heymann, de
Ciencias Económicas.
El análisis sobre el estado de la investigación en la UBA a través
del aporte de representantes de las distintas facultades que la componen
es uno de los objetivos que plantea este programa. Aprobado en marzo de
este año, La UBA para el Siglo XXI ya lleva cuatro encuentros
orientados a debatir sobre los desafíos que encara la institución hacia
el futuro y a generar diagnósticos sobre su actualidad.
La exposición de Fucito introdujo una nueva perspectiva en materia
de investigación para una disciplina más bien profesionalista, como es
el derecho. En su presentación, el especialista en sociología jurídica
cuestionó a los profesores de la facultad que, pese a de-sempeñarse como
juristas, abogados o jueces fuera de la institución, no llevan la
práctica a los alumnos. “Teorizan lo más abstracto que pueden. Algunos
tienden a ser incomprensibles, pero tecnicismo no significa ocultismo”,
subrayó.
Fucito también se refirió al trabajo de los becarios en materia
jurídica y reclamó que en su investigación también haya una parte
orientada hacia la práctica. “Se investiga teóricamente el derecho y no
se convoca a los becarios a ver qué está pasando”, criticó el
especialista, para quien el derecho “no sólo se puede entender en un
libro”.
Para Heymann, también es importante la interacción de los
investigadores que forma la UBA con los propios estudiantes. “Es
necesario convencer a la universidad” y a quienes investigan lo
enriquecedor que es “interactuar con los estudiantes”.
Aunque su exposición estuvo enfocada hacia la investigación en el
campo económico, Heymann señaló que quien trabaja puntualmente en
economía debe relacionarse con otras disciplinas, como la sociología o
el análisis político y, además, “tiene que aceptar el carácter
provisorio de lo que investiga”.
Heymann también advirtió sobre la “exportación de talento” que se
produce en ese campo. “Argentina exporta talento en materia económica.
Hay gente excelente que se va a estudiar afuera, saca un doctorado y
después no vuelve”, señaló. Eso también se relaciona, para Heymann, con
el peso que tiene la academia internacional. “Hay una validación de la
investigación a partir de las publicaciones internacionales, un factor
que se impone de manera creciente”, consideró.
Por otra parte, para el economista, una pregunta clave que un
investigador debe hacerse, no sólo desde el punto de vista de su
carrera, sino también desde su responsabilidad, es pensar para quién
produce ese conocimiento.
A su turno, Kornblihtt coincidió con ese punto. “La pregunta clave
no es tanto ciencia para qué, sino ciencia para quién. A quién se sirve
con la investigación científica”, remarcó el profesor de la Facultad de
Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.
“La universidad está íntimamente ligada a la generación de
conocimiento. Y esto necesariamente implica investigar, ver lo nuevo, lo
que no se conoce y no se ha visto todavía”, explicó Kornblihtt, cuya
participación estuvo centrada en el análisis de los problemas en general
de política científica universitaria.
“Hay que tener mucho cuidado porque hay instituciones que transmiten
conocimiento, pero que no lo generan. Por lo tanto, no deberían
llamarse universidades. La institución tiene que hacer investigación”,
añadió el biólogo, a partir de un análisis de la dicotomía entre
universidades públicas y privadas.
Respecto de una supuesta oposición entre masividad y excelencia,
Kornblihtt aseguró que “no hay duda de que no son contradictorias”.
“Nuestra universidad es una prueba de eso y esto se ve en los grandes
cursos masivos. No es lo mismo dar clase a diez personas súper
seleccionadas donde no hay masa crítica que dar clase a 200 o 300 donde
surgen las voces disonantes y surgen las personas que tienen ideas
novedosas”, destacó.
Para el investigador, esa contradicción, en realidad, es esgrimida
“por el establishment para favorecer a las universidades privadas,
porque consideran que en ambientes reducidos y con aire acondicionado se
aprende mejor”.
Kornblihtt también analizó la idea de profesionalismo versus
investigación científica en las instituciones universitarias y sostuvo
que, más allá de las facultades con un predominio del perfil
profesional, “sería interesante” que la UBA llevara adelante un programa
para “ir convirtiéndose cada vez más en una universidad basada en la
investigación y la ciencia y cada vez menos en una universidad
profesionalista”.
“La universidad es discusión, es efervescencia, no es pensamiento
único”, continuó el investigador. Para él, se puede “pretender una
uniformidad en defensa de un supuesto saber” que en las carreras
profesionalistas todos deban tener por igual. “Pero de ninguna manera se
puede pretender uniformar”, concluyó.
El programa impulsado por la UBA continuará el próximo 1º de
octubre. El siguiente encuentro pondrá a “la universidad en perspectiva
histórica”, a través de las exposiciones de los profesores Víctor Ramos,
Adriana Puigróss y Pablo Buchbinder, coordinadas por la decana de la
Facultad de Filosofía y Letras, Graciela Morgade.
Informe: Aldana Vales.