miércoles, 2 de julio de 2014

Educar a los niños jugando es la alternativa de estos tiempos

Miércoles, 02 de julio de 2014

En Paraná aparecen espacios en donde se ensayan los primeros contactos con el arte. Son  lugares que, a través del movimiento, enseñan a compartir y participar en forma comunitaria.


Es un acercamiento al arte a través del juego”, ensayó a modo de definición Fernanda Álvarez, que junto con Sara Van Dembroucke decidieron abrir un espacio de recreación en donde los niños y niñas, que tienen entre 5 y 7 años, pueden compartir una hora y media de charlas, juegos, canciones y experiencias artísticas.
En el mismo sentido los integrantes de Waldorf en Paraná convocaron al primer encuentro de lectura de invierno, compartiendo este texto: “El juego es una actividad central en la vida de los niños. Jugar los ayuda a entretejer los elementos de la vida conforme la van experimentando. Las cualidades particulares de cada niño se ponen de manifiesto en la forma de jugar. Pues los niños imitan lo que ven alrededor suyo y lo recrean en su juego. Es responsabilidad de padres y educadores formar un espacio adecuado para el juego y la imitación. El juego depende más de un ambiente de trabajo calmado y alegre que de palabras hábiles, sugerencias de juegos o instrucciones”. El fragmento pertenece al libro de pedagogía Waldorf El juego: su acción saludable en el desarrollo del niño y la educación preescolar Waldorf, de Roberto Trostli.
Iniciativa
El taller que funciona en el salón de España 581, los viernes de 17.30 a 19, nació por un cúmulo de necesidades de muchas partes. Fernanda y Sara están convencidas de que el espacio es el ideal para reunir a muchos niños con diferentes inquietudes.
Se sabe que cada vez se hace más difícil despegar a los pequeños de las pantallas. Celulares, tablets, televisores y computadoras se apropian de las mentes y crean una realidad alternativa a la de todos los días que puede llegar a ser perfecta y entretenida, pero está lejos de ser verdad.
“El taller no está totalmente dirigido, es un acercamiento al arte a través del juego porque entendemos el juego como una herramienta de libertad”, contó Fernanda ayer en el medio de una mañana bastante agitada.
Los encuentros se desarrollan en un salón muy cómodo que está listo para ser descubierto. Con calefacción, piso flotante, luces cálidas y un sistema de sonido muy agradable. Estos detalles son fundamentales porque construyen un espacio ideal.
Los que estén interesados pueden probar el viernes porque la primera clase, siempre, es gratis. Los chicos llegan y se presentan en una ronda. Cuentan sus inquietudes y las ponen en común para comenzar con los juegos.
Después se va desencadenando toda la historia. Con expresión corporal, con producción musical, con juegos y pinturas. Un lindo desafío para los tiempos que corren. La intención es vencer el individualismo que proponen las nuevas tecnologías y llevarlos al juego comunitario.
Intenciones
En la capital provincial cada vez son más los padres que buscan alternativas para educar a sus hijos. Muchos coinciden en la necesidad de un cambio urgente en el sistema educativo que, por lo que se ve, tarda en llegar.

Paralela
Juan Manuel Kunzi/ De la Redacción de UNO
jkunzi@uno.com.ar
 
Hace unos meses me compré un libro que se llama ¿Por qué los videojuegos pueden mejorar tu vida y cambiar el mundo?
Lo escribió Jane McGonigal que es una de las más reconocidas especialistas en diseño y desarrollo de juegos.
Lo empecé a leer para entender porqué tanta gente se sienta tantas horas a jugar frente a una pantalla.
McGonigal, en una clara operación a favor de la industria de los videojuegos, grita a los cuatro vientos que no hay motivos por los que preocuparse.
Contrastando con esta idea, en esta parte del mundo aparecen informes en donde se advierte sobre los graves problemas de salud que causa el sedentarismo. Ahora la responsabilidad está en manos de los padres. 

Comedores se transformaron en los espacios de contención

Miércoles, 02 de julio de 2014


Desde que se incorporaron las Nina, más chicos almuerzan en la escuela. En algunos lugares se quedan a comer las mamás y hasta le festejan los cumpleaños a los niños y dignifican su infancia. 

En el comedor de la escuela Nº 208 Intendente Esparza almuerzan alrededor de 450 chicos diariamente. Un día comen polenta con salsa, otro milanesas, al siguiente salpicón. El menú va variando a diario y los viernes se sirve un guiso. “Ese día los chicos tiene que comer bien, mucho y caliente, porque no vuelven al comedor hasta el lunes”, contó a UNO Juan Cabrera, la cocinera que se encarga de casi todo.
“Ella hace los pedidos, recibe la mercadería y la reparte. Junto a los ayudantes prepara la comida y amasa el pan”, explicó Hilda Leguizamón, la directora del establecimiento, y agregó: “Que ella haga el pan hace que nos alcance el presupuesto”.
Los alumnos que van también comen postre: frutas de estación, queso y dulce, leche con almidón de maíz. En la infancia el postre debería ser un derecho inalienable.
Que ningún chico se quede con hambre es la consigna que de manera implícita rige en el comedor de esta escuela. Porque el hambre es cruel, duele, y hasta se roba vidas si se la deja avanzar.
Juana sabe lo que es el hambre. “De chiquita viví en un rancho, sé lo que es la pobreza y pasar necesidades. Por eso estoy acá: empecé hace seis años ayudando ad honorem y a cambio llevaba comida a mi casa. Ahora hay otra mujer que me ayuda y hace eso”, relató.
Aunque no sea contagiosa, el hambre se multiplica entre las familias en algunos barrios de Paraná, y cuando hace frío parece que se siente más. “Antes venían las mamás a traer los hijos y ahora muchas de ellas se quedan también a comer, y traen a sus nenes más chicos, que todavía no van a la escuela, también para que coman”, afirmó Juana.
Un plato de alimento no se le debe negar a nadie. Y 450 bocas se terminan convirtiendo a veces en 600 o más. “Vienen también algunas abuelitas del barrio; da pena verlas cómo vienen”, acotó Hilda, la directora.
Los comedores escolares cumplen una función muy importante. Son varias las escuelas de Paraná donde se le brinda el almuerzo a los alumnos y se logra que el estómago no rezongue en el contexto del aula. En otros establecimientos, como por ejemplo en el Complejo Escuela Hogar Eva Perón, también se suman el desayuno y la merienda. Damián Smith, el coordinador del Complejo, señaló a UNO: “Se les brinda el alimento a todas las escuelas que funcionan acá, hay nivel Inicial, Primaria, Secundaria. Los menús van cambiando, según la época del año, porque los requerimientos nutricionales son distintos en invierno que en épocas de calor. La cantidad de chicos que vienen también varía: a veces son más de 550 y otras alrededor de 700”.
En estos espacios, además, se comparte entre pares. Docentes y directivos destacan que aparte de brindar un alimento los comedores escolares cumplen un rol social e integrador importante: “Muchos chicos se quedan a comer en la escuela porque viven lejos de sus casas y esta es una manera de compartir. Van al comedor, que tiene una ambientación muy linda y pasan momentos agradables entre los compañeros”, expresó Alejandra Hocher, la rectora de la escuela Secundaria Nº 15 De la Baxada, que funciona en el mismo inmueble que la escuela Intendente Esparza.
“Las cocineras preparan una comida muy rica y variada y le brindan lo mejor a los chicos, y a esto hay que distinguirlo”, recalcó por último.
Escuelas Nina
Las escuelas Nina, que se implementaron en distintos establecimientos de la provincia desde marzo de 2012, extendieron la jornada educativa y los chicos permanecen de 8 a 16. En este marco, se quedan a almorzar en la institución.
Uno de los objetivos de incorporar este sistema fue el de apuntar a la inclusión de los chicos y evitar el abandono de la escuela.
“Cambiaron muchas cosas para bien con las escuelas Nina. Además de la educación formal, acá aprenden informática, inglés, música y otras disciplinas; tenemos una orquesta”, destacó Hilda Leguizamón.
El nombre Nina alude a la docente universitaria Nélida Nina Landreani, ya fallecida.
La mujer que se ocupa de que los niños tengan la panza llena
Juana Cabrera, la mujer que amasa el pan, hornea facturas, prepara la vianda para algunas de las madres del barrio, tiene 51 años, tres hijos grandes y 10 nietos. “Uno es del corazón”, aclaró.
El año pasado terminó la escuela Secundaria y fue escolta. Lo contó con orgullo y también comentó que hizo varios cursos para aprender más cosas.
Después de pasar necesidades en su vida ahora se ocupa de que a nadie le ocurra lo mismo: en la escuela Intendente Esparza no solo se les brinda alimento a los chicos. Ella, que es la encargada de que todos tengan la panza llena al llegar al aula, también se ocupa de agasajarlos cuando cumplen años; y es un emprendimiento que se fomenta desde la Dirección, en un anhelo por dignificar la niñez de quien no tiene oportunidad de otro festejo.
Ayer por la mañana, mientras mostraba el trabajo que lleva adelante junto a sus colaboradores, abrió una de las heladeras y pudo verse una enorme torta de cumpleaños, decorada con esmero y amor. “Pasado mañana cumple años uno de los alumnos”, explicó con naturalidad.
“Para Pascuas hice 500 huevitos en dos días y medio. No puedo quedarme quieta y agradezco a Dios que pueda hacer este tipo de tareas, que con mis manos pueda ayudar a que a otras personas no les falte la comida”, agregó.