Yulita: la felicidad, el amor y la mentira de la muerte, dos años después
Hace dos años fallecía en Paraná el psicólogo Pablo Yulita.
Docente, aficionado al canto, estudioso, provocador, generoso, estupendo
polemista. Esta nota escribí para El Diario de Paraná el día de su
muerte, recordando especialmente una de las últimas entrevistas que
había concedido el psicólogo. A modo de homenaje, la compartimos con
nuestros lectores en este aniversario.
Por Julián Stoppello
Ella estaba triste, porque las cosas no salían para ningún lado y
todo parecía un precipitado embudo a la amargura. Para colmo, o antes
que nada, era 2001: una desilusión tras otra, el futuro achicado, casi
oculto y las obligaciones pidiendo combustible. Y el combustible
inalcanzable.
Así estaba ella, como tantos, peleándose a las trompadas con lo
cotidiano, hasta que dejó la facultad de lado, se asomó al desconcierto y
resolvió ir solamente a las clases de Pablo Yulita. Solamente con él.
Tal vez fueron los textos, puede ser, ella cree que no. Era ese
agitador parado frente a la clase provocando reacciones, cacheteando el
asombro dormido, ensayando caricias en un espacio desalojado de ternura.
Ella salió a la vida otra vez, distinta, más clara, más firme, serena
y Pablo Yulita seguramente no supo. Ni se enteró de su parte en la
historia. Y así en muchas historias, porque había estudiantes que iban a
escuchar lo que Yulita tenía por decir sin el propósito de aprobar
algo, sino de probar otra cosa.
Otra puerta, otra luz.
“Una vez vino un chico y me contó que a raíz de algunas cosas que yo
decía en clases, palabrotas y demás, fue y le comentó a su madre. Ella
había sido alumna mía y le dijo “sabés qué pasa, Yulita te vacuna contra
la realidad”. Eso decía Pablo Yulita en una entrevista con El Diario en
noviembre de 2008, cercado por estantes atiborrados de libros. Se
ufanaba de poseer la biblioteca más completa en lingüística, semiología y
comunicación, que convivían armoniosamente con libros sobre Buda,
Gandhi o la Madre Teresa.
“A veces digo qué estúpido soy, podría cambiar mi Falcón 72 por un
cero kilómetro. Pero no me arrepiento, porque es una herramienta tu
capacitación, por algo los judíos le dan tanto valor a la inteligencia,
la profesión, el estudio, porque junto con el oro o el dinero, son las
dos cosas que te podés llevar a todos lados”, decía Pablo. Y decía
también que “la educación no es un derecho, es una necesidad”. Porque
“el ser humano si no se educa se muere. Muchas enfermedades provienen de
ahí”.
Hablaba de amor Yulita. En aquella charla citaba al biólogo chileno
Humberto Maturana y decía que “toda imposición de manos que sea amorosa
entre gente que tiene pasión por convivir es curativa”. Y concluía: “Es
constitutivo a nosotros el ser felices, alegres, sanos y productivos”.
Yulita sostenía que “el miedo es un error epistemológico” y la muerte
“una mentira”. Lo explicaba así: “La muerte es una mentira, hay un
componente de la muerte que es la ausencia, la no presencia, pero
nosotros estamos en la unidad, lo que se llama relación. Estamos en un
plano cuántico, la muerte es un pliegue de la realidad, cuando funciona
el ventilador a determinada velocidad desaparecen las aspas. Con la
muerte es parecido, al transformarnos cuánticamente en energía,
desaparecemos, pero no desaparecemos en la unidad. Si vos tenés un ser
querido que haya fallecido y tenés un problema y necesitas resolverlo,
orá, pedile que te resuelva tal problema. Es matemático, que va a
aparecer una solución, no lo pensés en otro mundo, está acá, en un plano
cuántico energético no particularizado”.
Con respecto al miedo, planteó que “la psicología te dice que porque
tenés miedo luego disocias. Yo digo que porque disocias, tenés miedo.
Todo lo que veas separado de vos, vas a terminar por tenerle miedo”. Y
ejemplificaba: “En un barrio me paran tres gurises, me dicen: che tío
dame la campera que tenés puesta. Y yo: no, vos sabés que es la única
campera que tengo, vengo a atender a una persona. Cuál es el criterio
general: mas van a atacar, me van a robar, le tengo miedo, eso es una
proyección del odio. Los tipos me pueden robar, pero yo tengo que
reconocer que podría matarlos también. No están separados de mí, ellos
tienen más miedo que yo. Creo que a lo único que le tenemos miedo es al
amor”.
Yulita habló entonces de sus propios miedos: temía “qué la sociedad
no se de cuenta que hay sociedad porque hay amor, y digo amor con
minúsculas, no amor trascendental, ni digo relaciones genitales, digo
las formas del amor: la amabilidad, la amistad, el asociarse, ayudarse,
el saludarse, el colaborar”.
Ese día, el de esta entrevista, Pablo llevaba una camisa blanca y
lucía algo pálido, pero enérgico y sensible como siempre. Ese día Pablo
terminó la entrevista con la voz cortada, sin poder hablar. Fue cuando
le dio una vuelta más al tema del miedo, a sus miedos, hasta confiar que
lo angustiaba lo que estaba pensando. No podía hablar. Entonces lo
escribió en un papel: “Miedo a morir antes de haber prestado la ayuda
suficiente”, decía la hoja.
Hoy Pablo ya no está y por ahí no supo la historia que narraba al
principio y por ahí no supo las luces que encendió y las puertas que
dejó abiertas. Pero lo hizo, siempre lo hizo.
La lucidez y la ternura deben ser dos de los atributos más valiosos
de un ser humano, sobre todo cuando se ponen al servicio de los demás.
Cuando alguien tiene ambas cosas, luz y calor, es verdad,
definitivamente cierto Pablo, la muerte es una mentira.
Fuente: ENTRERÍOSAHORA