lunes, 29 de agosto de 2011

En Chile renacen los sueños de Allende, por Víctor de la Fuente

Santiago de Chile (Agencia Paco Urondo, en Telesur) El director de la edición chilena de Le Monde Diplomatique, Víctor de la Fuente analiza la actualidad del país trasandino.
Cientos de miles de jóvenes se manifiestan en las calles, algo que no se veía desde los años finales de la dictadura (1). Los estudiantes chilenos, en tres meses de masivas movilizaciones, cambiaron la cara del país y han puesto en una incómoda posición al gobierno derechista de Sebastián Piñera.
La sociedad chilena despertó tras dos décadas en que estuvo semi adormecida, ya que de alguna manera se había conformado a la idea que no había otra alternativa que el neoliberalismo.



''Está terminando una etapa de la historia del país. Se inició hace más de veinte años y ha abarcado cinco gobiernos. Comenzó llena de esperanzas cuando los chilenos pusieron fin en 1988 a una dictadura. Más allá de sus logros, la etapa postdictatorial acumuló desesperanza y frustración. Las promesas no realizadas han consolidado una sociedad profundamente injusta'', sintetiza un texto escrito por tres dirigentes de una nueva fuerza de izquierda (2).
¿Dónde quedó el ejemplar "modelo chileno", "el jaguar de América Latina"? Si hace cuarenta años, cuando el país era más pobre, la educación era gratuita, ¿qué ha pasado con el desarrollo y los altos índices de crecimiento?, ¿dónde está el dinero del progreso?, se preguntan los estudiantes.
El 28 de abril, presagiando el gran movimiento que se desataría en junio, se realizó la primera movilización nacional de universitarios, de planteles públicos y privados, contra el alto nivel de endeudamiento que deben asumir para acceder a la educación superior (3).
En mayo comenzaron a percibirse vientos de cambio cuando treinta mil personas manifestaron en Santiago, y varios miles en diversas ciudades, contra el proyecto HidroAysén, que busca instalar cinco mega represas en la Patagonia. Los opositores reaccionaron con rapidez en defensa del medio ambiente y en rechazo al gigantesco negocio de la multinacional Endesa-Enel, asociada al grupo chileno Colbún. Ese proyecto, respaldado por el gobierno y dirigentes de los partidos de derecha y de la Concertación (4), fue aprobado al margen de la opinión ciudadana, generando amplio rechazo en todo el país.
Poco antes se habían dado importantes movimientos regionales, como en Magallanes contra el alza del gas y en Calama por obtener beneficios de la producción de cobre en la zona, así como recuperación de tierras y huelgas de hambre de los mapuches. Luego se sumaron otras reivindicaciones, los damnificados del terremoto de febrero de 2010, que pasan su segundo invierno en viviendas de emergencia, los sindicatos del cobre que paralizaron las minas, las marchas por el derecho a la diversidad sexual, pero sin duda fueron los estudiantes secundarios y universitarios con masivas huelgas, manifestaciones y tomas de escuelas, exigiendo educación gratuita y de calidad, los que trasformaron la situación dando otra dimensión a las movilizaciones y arrinconando al gobierno de derecha.

Cuestionan el sistema

El movimiento estudiantil se lanzó contra las bases mismas del sistema neoliberal, reivindicando el rol del Estado y pidiendo que la educación no sea considerada una mercancía. Exigen terminar con el sistema educacional, basado en el lucro, que dejó la dictadura militar. La consigna más coreada ha sido: ¡Y va a caer, y va a caer, la educación de Pinochet!
Para lograr los cambios de fondo han planteado la realización de una Asamblea Constituyente que elabore una nueva Constitución. Los estudiantes también proponen que la financiación para la educación gratuita se haga a través de la renacionalización el cobre y una reforma tributaria (5). La solución del conflicto la buscan exigiendo más democracia, con la realización de un plebiscito para que la ciudadanía decida qué tipo de educación quiere el país.
Los estudiantes denunciaron a la prensa oficial que criminaliza las manifestaciones y realizaron duras críticas tanto al gobierno de Piñera como a la Concertación. Se tomaron el canal de TV Chilevisión, y también ocuparon las sedes de la ultraderechista UDI y del Partido Socialista.
Paralelamente renace con fuerza la figura de Salvador Allende, jóvenes disfrazados como el presidente socialista eran aplaudidos con entusiasmo en las manifestaciones, en las que aparecieron letreros como ''Los sueños de Allende son posibles''. Los discursos del presidente mártir, pronunciados hace 40 años sobre la educación y la nacionalización del cobre, batieron récords de visitas en internet (6).
El movimiento estudiantil se ha caracterizado por su claridad política y también por su masividad y persistencia. Ha sido unitario, con la participación de secundarios y universitarios, además de profesores, asociaciones de padres, Ongs y sindicatos. (7)
Al igual que en otras rebeliones en el mundo se han usado a fondo las nuevas tecnologías, pero quizás lo principal es que ha sido un movimiento democrático y participativo. Los estudiantes han buscado mantener una buena relación entre los liderazgos de los dirigentes y la participación de las bases, realizando asambleas donde todos opinan y deciden.
En la forma de las protestas han mostrado gran creatividad, cada día aparecían en las calles con una novedad: disfraces, bailes, imitaciones de suicidios colectivos, besos masivos, cuerpos desnudos pintados, carreras de días alrededor de La Moneda, imitación de predicadores, inmovilizarse en las calles, lienzos ingeniosos... Buscan así no sólo llamar la atención, sino también integrar a otros sectores y demarcarse de los hechos de violencia callejera. Incluso han reparado los daños causados al margen de las protestas, pintando fachadas de casas o juntando dinero para el propietario de un automóvil que resultó quemado.



La educación chilena
Si las movilizaciones han sido tan fuertes se debe también a lo injusto del modelo educacional chileno, implantado por la dictadura y desarrollado por los gobiernos civiles que la sucedieron.
En la enseñanza primaria y secundaria, en las últimas tres décadas hubo un boom de escuelas privadas o subvencionadas, que hoy día acogen al 60% de los alumnos. No existe una sola universidad pública gratuita ya que todas -tanto las públicas como las privadas- cobran altos aranceles, caso único en América Latina.
Menos del 25% del sistema educativo es financiado por el Estado y más del 75% restante depende de los aportes de los estudiantes. El Estado sólo consagra un 4,4 del PIB a la educación, bastante menos que el 7% recomendado por la UNESCO. Hoy existen 60 universidades en Chile, la mayoría privadas. Los estudiantes deben pagar entre 170.000 y 4000.000 pesos chilenos (250 y 600 euros) mensuales, en un país en que el salario mínimo es de 182.000 (menos de 300 euros) y el sueldo promedio 512.000 pesos (menos de 800 euros).
Esta situación hace que el 70% de los estudiantes chilenos utilice un crédito universitario. El 65% de los quintiles más pobres no termina su carrera universitaria por problemas económicos (8).
Según el sociólogo Mario Garcés se trata de un sistema perverso, que deja a miles de jóvenes chilenos de clase media y baja endeudados no bien terminan de estudiar, ya que los créditos universitarios se empiezan a pagar desde el primer empleo. Agrega que la educación dejó de ser un mecanismo de movilidad social en Chile y pasó a ser lo contrario: un sistema de reproducción de la desigualdad (9).

¿Por qué ahora?

Es cierto que hubo movilizaciones estudiantiles durante los distintos gobiernos de la Concertación, incluyendo la de 2006, bajo la presidencia de Michelle Bachelet, conocida como ''La revolución de los pingüinos'' (por el color oscuro del uniforme y el blanco de la camisa de los secundarios de colegios públicos).
Sin embargo nunca, en los últimos veinte años, las protestas fueron tan importantes como éstas. Durante dos décadas la Concertación administró el sistema intentando mantener el complejo equilibrio entre políticas de mercado y regulación estatal. Realizó algunas reformas, logrando disminuir los índices de pobreza y extrema pobreza, pero aumentando las desigualdades, dejando a Chile como uno de los 15 países más desiguales del planeta (10). Al comienzo la Concertación contaba con la positiva imagen de haber contribuido al término de la dictadura, pero el malestar y las críticas de la población se fueron acumulando y el endeudamiento de los estudiantes también. La injusticia del sistema se hizo flagrante con la llegada de un gobierno abiertamente de derecha, que maneja el país como una empresa.
Sebastián Piñera y los nuevos dirigentes llegaron con una concepción aún más clara de dejar la educación en manos del mercado, lo que colmó la paciencia, además los jóvenes -que no vivieron en dictadura- están menos influenciados por el anti-estatismo.
Los conflictos de interés también contribuyeron a la rebelión estudiantil ya que el propio Ministro de Educación, Joaquín Lavín era fundador y accionista de la Universidad del Desarrollo (11).
El descrédito de la clase política alcanza un elevado nivel. Todas las encuestas de opinión muestran una baja persistente en el apoyo a los partidos de derecha en el gobierno y también baja el apoyo a la hoy opositora Concertación.
Los jóvenes confían sólo en sus propias fuerzas y en la de los movimientos sociales, pero no en los partidos ni en las instituciones, rechazando la mediación de políticos e incluso de la Iglesia.
El gobierno, para enfrentar las movilizaciones, ha utilizado el diálogo y la represión, cargándose cada vez más hacia la criminalización del movimiento. La prensa oficial -es decir casi toda- ha sobredimensionado las acciones violentas, que se han producido al final de muchas manifestaciones, impulsadas por grupos marginales, algunos delincuentes e infiltrados, incluso policías, que han sido denunciados con videos y fotografías (12).
El 4 de agosto pasado ha quedado como "el jueves negro" para el gobierno. El presidente Sebastián Piñera dijo "todo tiene un límite" y el Ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, negó el derecho a los estudiantes a manifestarse por la Alameda, como ya se había hecho habitual. La represión fue sistemática durante todo el día, siendo detenidos, según las propias cifras oficiales, 874 estudiantes. La respuesta de la ciudadanía no se hizo esperar y esa misma noche renacieron las manifestaciones callejeras, los "cacerolazos", en todos los barrios y ciudades de Chile. El gobierno, con su intransigencia, transformó la marcha en una Protesta Nacional, como en tiempos de la dictadura. Ese mismo 4 de agosto la influyente encuesta CEP le otorgó a Sebastián Piñera sólo un 26% de apoyo, la apreciación más baja para un presidente desde el regreso de la democracia (13).
Los estudiantes persisten en sus movilizaciones, rechazan las propuestas del gobierno de rebajar el interés del crédito y exigen un cambio radical del sistema. Se unen a los demás movimientos sociales, participan en el Paro Nacional del 24 y 25 de agosto y siguen pidiendo un plebiscito para que sean los chilenos los que decidan democráticamente. Sea cual sea la continuidad de las movilizaciones, ya nació una nueva forma de hacer política, desde los movimientos sociales. Los jóvenes chilenos están abriendo las grandes alamedas que mencionó Allende (14).

NOTAS:

1) La mayor manifestación desde 1990 fue la del Primer Foro Social chileno en 2004, contra la visita de Georges W. Bush, que reunió 70 mil 000 personas. El actual movimiento, desde junio ya ha realizado cinco marchas con más de doscientas mil personas.
2) El pueblo contra las dos derechas de Jorge Arrate, Sergio Aguiló y Pedro Felipe Ramírez, miembros del Movimiento Amplio de Izquierda (MAÍZ). Publicado en la edición chilena de Le Monde Diplomatique, agosto 2011 y en www.movimientoampliodeizquierda.cl
3) Camila Vallejo, presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH) y dirigenta de la Confederación de Estudiantes (CONFECH) www.camilapresidenta.blogspot.com
4) La Concertación por la Democracia es una alianza de centro izquierda, hoy compuesta por cuatro partidos (PS, PPD, PDC y PRSD) que gobernó los últimos veinte años.
5) La empresa estatal CODELCO nunca fue privatizada, pero la dictadura abrió la nuevas concesiones mineras a las empresas multinacionales y la Concertación siguió ese mismo camino. Hoy el 70% del cobre chileno es explotado por empresas extranjeras. www.defensadelcobre.cl
6) Allende y la educación: http://www.lemondediplomatique.cl/Discurso-pronunciado-por-Salvador.html - Allende y la nacionalización del cobre: http://www.lemondediplomatique.cl/Hace-40-anos-el-11-de-julio-de.html
7) En cada barrio los vecinos juntan ayuda para los liceos tomados. Según los sondeos, el apoyo ciudadano a las movilizaciones estudiantiles se sitúa entre el 75% y el 80%. www.accionag.cl
8) Estudio sobre las causas de la deserción universitaria. Centro de Microdatos, Departamento de Economía, Universidad de Chile. www.microdatos.cl
9) Mario Garcés Durán, director de la Organización No Gubernamental chilena ECO Educación y Comunicaciones, en declaraciones a BBC Mundo.
10) PNUD: Informe Regional sobre Desarrollo Humano para América Latina y el Caribe, 2010. hdr.undp.org/es/informes/regional/destacado/RHDR-2010-RBLAC.pdf
11) El Ministro Joaquín Lavín tuvo que ser sacado del Ministerio de Educación, en pleno conflicto, el 18 de julio, aunque Piñera lo mantuvo en el gabinete como Ministro de Planificación. Ver también Franck Gaudichaud, "Botellas nuevas, vino viejo", edición chilena Le Monde diplomatique, mayo 2011
12) http://www.chilevision.cl/home/content/view/370956/81
13) www.cepchile.cl
14) En su último discurso, el 11 de septiembre de 1973, desde La Moneda, Salvador Allende señaló "mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor"
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Recuadro 1

Los tres entierros de Allende

El 4 de septiembre de 2011, exactamente 41 años después de haber sido elegido Presidente de Chile, Salvador Allende será enterrado por tercera vez. La justicia chilena decidió investigar las causas de la muerte de 726 chilenos, entre ellos Salvador Allende, tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, cuyos casos no habían sido tratados por la justicia. Tras los exámenes el juez Mario Carroza confirmó la tesis del suicidio de Allende. Este tercer funeral se realiza en momentos en que los sueños de Allende son reivindicados en las calles por los jóvenes chilenos.
Allende fue enterrado, por primera vez, la noche del 12 de septiembre de 1973 en una tumba anónima del cementerio Santa Inés de Viña del Mar, por un grupo de militares, sin ceremonia, en presencia de su viuda, Hortensia Bussi, que no pudo ver el cuerpo pues la urna estaba sellada.
Tras el término de la dictadura, los restos de Allende fueron enterrados una segunda vez, en un funeral público y oficial, en el Cementerio General de Santiago, el 4 de septiembre de 1990.
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Recuadro 2

La herencia de Pinochet hoy:

LA CONSTITUCIÓN:

En Chile rige la Constitución de 1980, aprobada mediante fraude en dictadura. Es una constitución antidemocrática, que ya ha tenido tres modificaciones negociadas entre la derecha y la Concertación, pero que continúa perpetuando un sistema electoral que impide la expresión de las minorías y no permite la realización de plebiscitos para que la ciudadanía pueda expresarse.

LA EDUCACIÓN:

En 1981 Pinochet reformó el sistema universitario, eliminando la educación universitaria gratuita.
En 1990, el 10 de marzo, el día antes de entregar el gobierno, Pinochet promulgó la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE), que redujo el rol del Estado en la educación al de un mero regulador y delegó la enseñanza en el sector privado.

OTROS:

En 1980 la dictadura privatizó el sistema de jubilaciones, con el decreto ley 3.500, planeado por José Piñera, hermano del actual presidente Sebastián Piñera.
En 1981 se creearon las ISAPRES inciando el sistema privado de salud.
Los sistemas de jubilación y salud privados se han mantenido, acrecentando las desigualdades.
En cuanto a la prensa, incluso los diarios que existen hoy en Chile -todos de derecha- son los mismos que autorizó expresamente la Junta Militar en el bando 15, el 11 de septiembre de 1973: El Mercurio y La Tercera. (Agencia Paco Urondo)

martes, 23 de agosto de 2011

Solidaridad financiera con Radio La Colifata

Capital Federal (Agencia Paco Urondo, comunicado de Radio La Colifata) Estamos atravesando una situación difícil: no tenemos financiamiento y no podemos continuar brindando los servicios en Salud Mental que desde hace 20 años venimos dando.

LA COLIFATA, además de ser una radio terapéutica (quien haya venido un sábado sabe de lo que hablamos), lleva adelante muchas otras actividades en beneficio de los "Colifatos". Además hemos desarrollado una metodología de evaluación y seguimiento que se replica en el mundo y logrado resultados muy positivos comprobados estadísticamente. Dependemos de financiamiento externo para poder sostener una estructura de 10 profesionales que realizan su trabajo a través de diferentes programas de acción, y para la compra de equipamiento e insumos.

Históricamente LA COLIFATA fue financiada desde el exterior. En los últimos tres años, el 85% del financiamiento vino del exterior (principalmente de Francia a través de la Academia Nacional de Artes y Ciencias; de España a través de Manu Chao, Aquarius y Sony; y de EEUU a través de Francis Ford Coppola).

LA COLIFATA nació hace 20 años, sin recursos técnicos ni económicos y sin apoyo institucional. Esta carencia inicial fue el punto de partida para un desarrollo creativo que logró en poco tiempo instalarse como forma legítima de comunicación. Fue la primera radio en el mundo en transmitir desde un neuropsiquiátrico y poco a poco fue convirtiéndose en un modelo de referencia que trascendió la novedad, la moda. Hoy ya existen “Colifatas” en Francia, España, Italia, Suecia, Costa Rica, Uruguay, Portugal, Canadá, México, Venezuela, Polonia, y talleres de radio en más de una veintena de lugares de Argentina. Este proyecto logró dar visibilidad, dignidad y voz a un colectivo de personas con padecimiento psíquico y que cargaban con el dolor del rechazo social. LA COLIFATA se transformó en una herramienta potente que abrió espacios para trabajar el problema del estigma de la locura, a la vez que logró constituirse en un espacio clínico de inusitada potencia. Radio LA COLIFATA no es sólo una radio, es un proyecto alterativo y deconstructor de sufrimientos. Es puente que conecta y nos hace “artistas” en la creación de condiciones para un encuentro.

¿Cómo nos podés ayudar?
Para sugerir cualquier vía de colaboración,
pueden ponerse en contacto llamándonos al (011) 4554-4356
o bien
escribiéndonos a lacolifataorg@gmail.com / prensacolifata@gmail.com (Agencia Paco Urondo)

Este miércoles iniciará en Paraná el juicio por la Causa Hospital Militar

Se investigará el robo de bebés durante la última dictadura


Sabrina recuperó su identidad en 2008 y desde entonces busca a su hermano mellizo.

Esta semana se dará inicio al primer juicio por delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura cívico-militar en la provincia: Juan Daniel Amelong, Jorge Alberto Fariña, Marino Héctor González, Pascual Oscar Guerrieri, Walter Salvador Dionisio Pagano y Juan Antonio Zaccaría serán puestos en el banquillo de los acusados en el marco de la causa comúnmente denominada “Hospital Militar”. A los imputados se los acusa de ser responsables de los delitos de supresión del estado civil de menores de 10 años y sustracción de menores, en calidad de autores mediatos. Sabrina Gullino -quien recuperó su identidad en 2008- es uno de los mellizos nacidos cuando Raquel Negro se encontraba privada de su libertad en el Hospital de Evacuación 121 de Paraná (llamado “Hospital Militar”). En la investigación se buscará, a su vez, reconstruir la historia del otro hermano, quien fue visto por última vez cuando fue dado de alta en el Instituto Privado de Pediatría, el 27 de marzo de 1978. El juicio comenzará este miércoles 24 de agosto a las 10 en la Cámara del Tribunal Oral y Federal de la capital provincial. De ANALISIS DIGITAL

La presentación judicial que derivó en la causa fue formulada el 18 de marzo de 2005 por el entonces Coordinador del Registro Único de la Verdad de la Secretaría de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la Provincia de Entre Ríos, Guillermo Germano.

Entre los seis imputados hay un civil: Juan Antonio Zaccaría, quien en el momento de los hechos se desempeñaba como Jefe de la Sala de Terapia Intensiva del Hospital de Evacuación 121 de Paraná.

Los hechos
Raquel Negro fue detenida el 2 de enero de 1978 en Mar del Plata, junto a Sebastián Álvarez, su hijo, y Edgar Tulio Tucho Valenzuela, su pareja. En el momento en que la capturaron estaba embarazada de siete meses. La trasladaron al centro clandestino de detención que funcionaba en la localidad de Funes, cercana a Rosario, conocido como “Quinta de Funes”. Posteriormente, Guerrieri, Fariña, Amelong y Pagano –según reza el Requerimiento Fiscal de Elevación de la Causa a Juicio- dispusieron su traslado al Hospital de Evacuación 121 de Paraná, llamado Hospital Militar, donde fue alojada alternativamente en la guardia de prevención y en la sala de internación conocida como Sala I. En ese lugar permaneció aislada y con estricta vigilancia militar.

Allí, Raquel dio a luz mellizos: un niño y una niña, a quienes las enfermeras llamaron Soledad y Facundo. Algunos médicos civiles que cumplían funciones en ese servicio advirtieron la presencia indebida de los bebés en la sala de Terapia Intensiva de adultos (de donde Zaccaría era Jefe), por lo que se dispuso su traslado inmediato al Instituto Privado de Pediatría de Paraná. La niña ingresó el 4 de marzo de 1978 como “López, Soledad”, y el varón seis días después como “López, NN”, recibiendo atención médica neonatológica, ya que había nacido con problemas respiratorios. Ambos obtuvieron el alta el 27 de marzo del mismo año.

La niña fue abandonada ese mismo día en la puerta del Hogar Huérfano de Rosario, siendo ingresada a allí como “N.N. María Andrea”, y posteriormente dada en adopción cumplimentados los requisitos y procedimientos correspondientes al matrimonio integrado por Raúl Gullino y Alicia Scola, quienes la llamaron Sabrina.

Sabrina recuperó su identidad a fines de 2008, y desde entonces busca a su hermano mellizo.
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ROQUE E. MINATTA

sábado, 20 de agosto de 2011

Por qué Cristina Fernández arrasó en las primarias

Adrián Murano

Razones de la mitad más uno

La combinación de méritos propios, relatos mediáticos forzados y estrategias opositoras contra natura que alumbró el triunfo K. Claves y consecuencias de una elección histórica. Mirá la galería de fotos.



Para los aficionados a los resúmenes, aquí van tres razones sencillas que aproximan una explicación a la contundente cosecha de votos que obtuvo Cristina Fernández de Kirchner:

1) Una mayoría a menudo invisibilizada por los medios hegemónicos respalda la gestión de gobierno, considera que CFK fue artífice –en coautoría con Néstor Kirchner– de un modelo de desarrollo sustentable, y cree que la obra iniciada por ambos aún no ha sido concluida.

2) Otra porción de electores K –volátil, algo culposa– concluyó que enfrente, en la oposición, no hay nada potable. O, para expresarlo en términos más elegantes, ninguno de los candidatos posee una propuesta superadora al Gobierno. El paupérrimo desempeño del autodenominada Grupo A en el Congreso y los múltiples derrapes de campaña ayudaron a consolidar la idea de que, más que una oposición, constituyeron una “máquina de impedir” nociva para el país.

3) A tres décadas de la recuperación democrática, cada vez más argentinos están inmunizados a la contaminación mediática. Un claro ejemplo de ese avance social lo sufre el Grupo Clarín. Si bien mantiene bolsones de influencia, la Presidenta derribó el mito que por años paralizó a la política argentina: CFK no sólo sobrevivió a centenares de tapas negativas –el límite de supervivencia, según el mito, eran cuatro portadas–, sino que en esa resistencia puso al descubierto a Clarín como el verdadero líder de la oposición. Sacar a Héctor Magnetto de las sombras y confrontarlo le otorgó la simpatía instantánea de empresarios, artistas, académicos y otros referentes sociales que durante años padecieron el yugo extorsivo del Grupo.

Este artículo podría concluir aquí. Pero sería una evaluación incompleta, ingenua, funcional a la maquinaria de la desinformación y la manipulación política que se lanzó a la caza de insólitas teorías para maquillar el categórico mensaje de las urnas. O sea: buscan reducir los comicios a una simple elección de candidatos con resultado sorprendente. Y desconocer, de esa manera, lo que realmente fue: un aluvión de votos que busca sepultar a la Argentina del pasado.

Marcos Aguinis, profesional del lugar común, es quizá quién mejor explota la ignorancia de las clases dominantes en decadencia. Tanto su panfleto best seller como sus esporádicos artículos mediáticos abundan en falacias. Lo más grave: no miente con intención de engañar, sino por pura ignorancia. “Desde el año 2003, cuando resultó imposible que se uniesen Lilita Carrió y Ricardo López Murphy, la sociedad está cansada de políticos que tienen virtudes y no pueden vencer sus defectos”, escribió Aguinis el martes 16 en la página 17 del diario Clarín, sin aclarar, claro, a qué virtudes y defectos se refería. Y siguió: “Esa simple alianza hubiera salvado al país de la era kirchnerista y habría aprovechado el viento de cola para elevarnos hacia un desarrollo genuino, equivalente al que protagonizan ahora Chile, Colombia, Perú, Brasil”. La afirmación agrupa varios de los lugares comunes en los que suelen abrevar los escribas de la nada. Lugar común 1): Aguinis califica de “simple” la eventual alianza entre dos intransigentes sumidos en la intrascendencia por su pródiga capacidad para, precisamente, destruir alianzas. Por otro lado, la elección del domingo demostró que, aun unida contra natura, la suma de los votos cosechados por toda la oposición no hubiese impedido el triunfo K. Lugar común 2): Cómo se verá más adelante, lo del “viento de cola” es el recurso que acuñaron los economistas para justificar los sucesivos yerros de sus predicciones apocalípticas. Lugar común 3): El “desarrollo genuino” que les adjudica a Chile, Colombia, Perú y Brasil –enumeración repetida como mantra entre los opinadores más perezosos– encubre el profundo desconocimiento sobre los disímiles procesos de esos países, y los deseos ocultos del autor y sus seguidores.

En primer lugar, poco y nada se parece el modelo de industrialización con inclusión social del Brasil de Lula con la economía de especulación financiera que infló los números macroeconómicos del Perú de Alan García. Y salvo por la buena relación con los Estados Unidos, tampoco se parecen mucho la economía primarizada y de servicios de Chile con la transferencia de recursos estadounidenses que nutre la demanda agregada de la población colombiana. Pero sin reparar en estos detalles, la enumeración le alcanza a Aguinis para establecer qué tipo de modelo político –no económico– ambiciona para nuestro país: a excepción de Brasil, los otros tres países empleados como ejemplo aplican las políticas de libre mercado que pregona el liberalismo cipayo subsidiado por los think tanks derivados del Consenso de Washington. Un último detalle: como se pudo apreciar recientemente con la revuelta de estudiantes en Chile, o los votos populares que encumbraron a Ollanta Humala en Perú, el “modelo” que entusiasma al autor favorito de la derecha es una fábrica de inequidad y exclusión social.

A pesar de las múltiples inconsistencias de sus afirmaciones, Aguinis es consumido, respetado y retroalimentado por esa maquinaria de propaganda del establishment autodenominada “formadores de opinión”. Alejados de los marcos teóricos que definen la formación de opinión como la combinación de vivencias y relatos, los medios de comunicación –y en especial la televisión– conformaron un heterogéneo grupo de “formadores” compuesto por intelectuales, economistas, dirigentes y comunicadores con ínfulas de gurúes. Esa usina de pensamiento único se nutre de la agenda dispuesta por los medios dominantes para imponer como verdades reveladas determinadas lecturas de lo que ellos llaman “realidad”. Así, por caso, se instaló como una “realidad” que el Gobierno impulsó una reforma del Indec con la perversa intención de mentirle a “la gente” –a estos oráculos les gusta hablar de “gente” y no de “pueblo”, porque les resulta más peligroso que demodé–. El sencillo ejercicio de la duda, que tan bien se les da a los buenos intelectuales y periodistas, hubiese bastado para desarmar esa afirmación: ¿es posible que un gobierno destruya la credibilidad de un organismo estadístico de puro gusto? ¿Habrá motivos políticos o económicos que justifiquen semejante decisión? ¿No será, acaso, que el Indec, como otras tantas jurisdicciones del Estado, había sido tomado como coto privado de consultores, especuladores y banqueros? Esas preguntas, u otras similares, jamás se formularon. Bastó con enfatizar los desprolijos modos gubernamentales en la intervención para establecer que se trató de una decisión mala de toda maldad.

Cualquier economista más o menos honesto podría haber reconocido que el Indec necesitaba una reforma desde hacía tiempo. Que parte de su personal –no todo– mantenía vínculos inconvenientes con consultoras que cotizaban su información privilegiada entre bonistas y especuladores. Se sabía, también, que el criterio estadístico aplicado para establecer el IPC tenía inconsistencias que distorsionaban el diagnóstico, distorsionando, así, el clima político y de negocios. Pero la campaña anti-intervención fue tan expansiva, que casi ningún observador independiente se animó a murmurar esas razones en público para evitar ser tildado de “estropajo K” –o alguna cosa peor–. Por cierto, no ayudó la tumultuosa réplica del Gobierno, que alimentó el griterío con su crónica dificultad para comunicar con serenidad aquello que requiere algo más que una acusación o una chicana. Y en la carrera de exabruptos, se sabe, suele perder el que tiene razón.

Aquel episodio del Indec inauguró una tendencia que se hizo estrategia de la prensa canalla y la oposición en general: toda acción de gobierno que desafiara el statu quo fue tildada de “capricho”. O de “revanchismo” salvaje. O, en el mejor de los casos, de mera especulación electoral. Con esa maniobra se buscó esmerilar medidas de alto impacto simbólico, social y político como la reapertura de los juicios a los genocidas, el matrimonio igualitario, la Asignación Universal por Hijo, la Ley de Medios de la democracia, la inclusión jubilatoria y la restitución del sistema previsional solidario. Estos episodios medulares del modelo K, entre otros, fueron denostados por los nostálgicos del Estado bobo que garantizaba impunidad, concentración económica y sumisión de lo público frente al interés privado. Desactivar ese paradigma fue uno de los pilares que sostuvo al gobierno de CFK en los momentos delicados. Que los hubo. Y en abundancia.

Uno de los montajes empresario-mediáticos más extravagantes y, a la vez, más efectivos buscó establecer que la era K fue beneficiaria de un “viento de cola”. El insólito eslogan, convertido en certeza por los dueños tradicionales del poder y del dinero a través de sus comunicadores rentados, sirvió para que se difundiera la idea de que el Gobierno disfrutaba de un contexto internacional favorable y que ni siquiera su perverso afán de “llevarse puesto al país” podía evitar que esa bonanza global traccionara al alza a la economía local. Un simple repaso de los hechos alcanza para desarmar semejante necedad: de los ocho años de gobierno kirchnerista, los cuatro primeros estuvieron signados por una compleja reestructuración de la deuda pública, el ordenamiento de cuentas fiscales desquiciadas, la restauración de un tesoro saqueado y el fortalecimiento del Estado como rector de la economía. Esa fenomenal reconstrucción se financió, es cierto, con los recursos provenientes de la exportación de commodities a precios internacionales altos. Pero fue la decisión estatal de capturar parte de esa renta excepcional y extraordinaria, y su aplicación estratégica, lo que permitió sentar las bases del crecimiento. En otros tiempos, y con otros liderazgos, ese flujo se hubiese concentrado en las manos de siempre, a la espera de que la abundancia y la gravedad derramaran parte de esa riqueza. La historia demuestra que, contrariando el hallazgo de Newton, el dinero sólo derrama hacia arriba sin un Estado que distribuya a cara de perro.

Si la teoría del “viento de cola” no explica el proceso del primer gobierno K, mucho menos aplica para la gestión de CFK. Su gobierno fue recibido con un violento lockout chacarero que, con aires destituyentes, pretendió restaurar la tradicional concentración de la renta y condicionar cualquier intento futuro de profundizar el modelo de distribución insinuado en el gobierno de su marido. Apenas aplacada esa intentona, la Argentina recibió el “viento de frente” de la crisis económica global de 2008. Ese vendaval obligó a aplicar onerosas políticas anticíclicas que permitieron sostener niveles de empleo y esquivar el estancamiento estimulando la demanda, sin caer en las viejas trampas del endeudamiento condicionante o el ajuste estructural. Con más inteligencia que declamación, el Gobierno logró que todos hicieran un aporte ante la emergencia, pero según su capacidad contributiva: las empresas aceptaron el aumento de la presión fiscal a cambio de estímulos, los trabajadores aportaron a través del “impuesto inflacionario” y el Estado sostuvo líneas de producción con financiamiento y subsidios al empleo.

Las políticas oficiales permitieron amortiguar el costo social de la tormenta, pero redujeron la briosa velocidad de la recuperación económica, demorando la inclusión de sectores vulnerables que fueron expulsados del sistema por generaciones. Los que acuñaron la falacia del “viento de cola” para retacearle méritos a un gobierno que pasó dos tercios de su mandato remando contra la corriente son los mismos que, puestos en pilotos de tormenta, suelen arrojar a los pobres como lastre.

La percepción de esa “realidad completa” –y no el recorte parcial de la realidad que ofrecen los medios dominantes– fue lo que impulsó a muchos desposeídos a ratificar su confianza en el gobierno K. No porque habiten en el paraíso, sino porque saben que la tibia inclusión obtenida por la asignación universal o el empleo –aun en condiciones precarias– activó la movilidad social, asentando expectativas allí donde hasta no hace mucho habitaba la desolación.

Y la generación de esperanza, se sabe, cotiza en votos.

A veces, las cosas son más simples de lo que parecen. En los próximos sesenta días, se escribirá y hablará del “efecto viuda”, del voto “cuota”, de la “oposición mezquina”, de la “voluntad hegemónica”. Es bueno saber que el 23 de octubre se apagarán esos artificios y los argentinos elegiremos por nuestra cuenta. A conciencia. Otra vez.

Unidad Art. 22 Ley 26.657

CURSO: INTRODUCCION A LA CULTURA DE LOS DERECHOS HUMANOS

miércoles, 10 de agosto de 2011

Partidocracia Gobernada por los Bancos

"No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos". (García Lorca. Sep 1931)

domingo, 7 de agosto de 2011

Pre-Encuentro Nacional de Prácticas Comunitarias en Salud

Rosario 12 y 13 de Agosto de 2011
Facultad de Psicología UNR
Edificio Anexo (Corrientes e Ituzaingo)
Hacia el Encuentro Nacional los días 23 y 24 de setiembre en Bs. As.

lunes, 1 de agosto de 2011

Proyecto Casa Solidaria: registro de emergentes

A continuación dejo un breve trabajo mío hecho desde una serie de emergentes que aparecieron en el taller-debate "Psicólogos para qué y para quién", llevado a cabo el pasado 1ro de julio del 2011 en nuestra facultad, y de los cuales me parece sumamente importante compartir con ustedes. Saludos: Frutos Miguel A.

El kirchnerismo implica una suerte de revolución cultural - Página|12

"El gran desafío político del siglo XXI es inventar un ser con otros, una nueva idea en lo común, distinta de los procesos actuales de homogeneización que conllevan necesariamente a que los vínculos sociales estén absolutamente impregnados de lógicas segregativas".

Esto que -de vivir Pichon-Rivière- posiblemente plantearía hoy, es dicho por Jorge Alemán Psicoanalista y Consejero Cultural de la Embajada Argentina en España.

Lo jugoso del discurso de Aleman, que surge de la entrevista periodística, me parece oportuno para desde la Psicología Social analizar (críticamente) la "fragmentación vincular, cultural, social y política" que es a mi modo de ver uno de los emergentes epocales más significativos, cuya decodificación y re-elaboración parece fundamental para incidir en las necesarias transformaciones que necesitamos afianzar en esta búsqueda de un proyecto liberador que nos contenga a todos y que supere la fragmentación como instrumento de dominación privilegiado de un orden histórico-social, hoy en crisis, pero de ninguna manera desarticulado. Saludos: Hugo García.


Lunes, 1 de agosto de 2011

Jorge Alemán es psicoanalista, profesor honorario de la UBA y consejero cultural de la Embajada Argentina en España. Desde ese cruce del discurso intelectual y la práctica política, analiza –en una charla con el dibujante y humorista gráfico Miguel Rep– el momento español y el europeo, el fenómeno de los indignados y el cruce de esas realidades con el actual proceso político argentino: el kirchnerismo, el papel de los intelectuales, la “nueva derecha”, Macri y las elecciones porteñas.
Por Miguel Rep



–Hace unos días estuve por la Puerta del Sol, en Madrid, y si bien ese día no estaban los indignados a pleno, vi un cambio de paisaje frente al mismísimo otrora intocable ayuntamiento: cuatro o cinco desharrapadas carpas de aguante, como si el tercer mundo se hubiera colado por fin en el centro de la potencia hispanoparlante. Como observador sutil de 35 años de España, ¿qué otros elementos observa de esta nueva realidad?

–Sin duda, el 15 M puede tener un efecto de déjà vu para los argentinos: la crítica a la representación de los partidos, el rechazo a sus fórmulas tradicionales, las prácticas asamblearias, los intentos de autoorganización a través de las redes, la presencia en la calle como elemento determinante de la práctica política, la coexistencia de demandas heterogéneas imposibles de unificar y la objeción a los mercados, al FMI y a la banca en especial. Pero hay una cuestión importante que no se puede obviar. Sucede en Europa, continente atravesado por un interrogante crucial, a saber: ¿Europa es susceptible de una invención política o es solo un patrimonio cultural cuyo archivo ya está clausurado a toda experiencia política nueva? Esta pregunta se vuelve más compleja si se acepta que vivimos en una época en donde, a priori, no es posible establecer un sujeto histórico que pueda protagonizar un proyecto emancipatorio. También se añade a esto que la UE como construcción política se ha revelado de una fragilidad extrema, muy distante de las representaciones que Europa tenía de sí misma. Ahora bien, o el 15 M es un mero acontecimiento disruptivo, una protesta de indignados que en su reiteración puede terminar solo en un puro valor testimonial, confinando peligrosamente como un parque temático donde los indignados se exhiben, o bien logra establecer una cadena de equivalencias entre las distintas demandas sociales, para luego incidir en la realidad política de los partidos de la izquierda y en el Estado mismo. Todo depende de que finalmente se atraviese el límite del paradigma consensualista que rige la vida europea y que los antagonismos puedan tener el lugar que les corresponde, como la materia prima privilegiada de la construcción política. El problema es que el mero rechazo de la política siempre tiene un deslizamiento reaccionario, está por verse cuál es la construcción política –y no me refiero a la forma partido– que el 15 M puede hacer emerger. En el caso argentino, como es sabido, después del 2001 emergió la experiencia kirchnerista, que, si bien tiene antecedentes históricos en el movimiento nacional y popular, a su vez introduce una x: los derechos humanos, los movimientos sociales y las nuevas prácticas políticas que la constituyen en una experiencia inédita en la Argentina.

–Esta última afirmación ya nos pone de entrada conflictiva para un intelectual: adherir a la vertiente del oficialismo.

–Evidentemente. He descubierto en estos últimos años que para los intelectuales es muy difícil ser oficialista. A veces, pienso que las dos figuras más apreciadas por el intelectual son aquellas que Hegel nombró el “alma bella” y “la ley del corazón”. El “alma bella” se satisface denunciando el orden del mundo sin reconocer de qué forma está implicado en él. En la “ley del corazón”, el intelectual rebelde ve al mundo prosaico, mal hecho, y solo lo reconoce en su verdad singular sin mediaciones, verdad que desearía imponer al resto del mundo para corregirlo. A su vez, siempre supe que el intelectual, por su propia constitución como tal, debe mantener una cláusula de reserva hacia lo oficial. Gracias a eso, como se suele decir desde siempre, mantiene despierto el espíritu de la crítica. Pero hay ocasiones en la historia absolutamente singulares y contingentes, donde la verdadera fuerza de la crítica solo se da apoyando lo que se considera justo, aunque esto no posea el encanto del marco reflexivo que da la teoría. Cuando uno considera que el oficialismo es justo, cuando éste está fuera de todo oportunismo o saldo cínico, es un ejercicio crítico con uno mismo de gran calado. Todo el tiempo se toman decisiones y se asumen responsabilidades que exceden el marco de la reflexión y que, sin embargo, mantienen su condición de apuesta, porque se trata de un oficialismo que se constituyó a través de un legado de luchas y de militancia. Ese legado es el que sirve de brújula cuando se atraviesan las “zonas oscuras” y turbulentas que todo ejercicio de gobierno siempre conlleva.

–¿A qué se refiere con que el kirchnerismo introduce una x en el movimiento nacional y popular?

–A que todo proceso de transformación debe introducir un elemento suplementario, una x a descifrar. Cuando el peronismo intenta ser idéntico a sí mismo, sólido y homogéneo con su identidad, y se presenta como una esencia inmutable que ningún epocal altera, para mí ya no se trata de peronismo. Considero al peronismo, en su fase transformadora, como anti-esencialista, como capaz de hacer la doble operación que constituye a una experiencia política en su dignidad; por un lado, interpretar un legado histórico y, a la vez, ser capaz de introducir lo nuevo. El kirchnerismo no sería verdaderamente peronista si no desplegase un suplemento que lo excede y que desborda los límites del peronismo histórico. A saber: la participación de los organismos de los derechos humanos en la construcción nacional de la política, la resignificación de la experiencia política de los ‘70, la construcción de un tejido intelectual que, como Carta Abierta, reúne ensayistas de distintas sensibilidades en un propósito incondicional de sostener el proyecto, la irrupción de movimientos juveniles como La Cámpora, el Movimiento Evita o la Juventud Sindical, la gestación en el campo audiovisual de distintas herramientas políticas donde 6, 7, 8 puede valer como paradigma, la vocación de la Secretaría de Cultura por insertarse en los debates contemporáneos, la Biblioteca Nacional como un ágora pública en la ciudad expuesta a un nuevo régimen de circulación de la palabra, etc. Todos estos elementos apuntan a la constitución de una nueva causa de la experiencia política que, si bien no responde a la lógica de un fundamento inmutable, un deber ser consistente y fundado, sin embargo, le otorga a la experiencia kirchnerista un enclave ético, un punto de anclaje histórico que lo mantiene en relación con una deuda simbólica con nuestra propia historia que está siempre por saldar. No es, como en otros tiempos, una causa estable, fija, atada definitivamente a unos principios, pero así y todo funciona como una brújula ética que se diferencia de las estrategias de la oposición. La oposición no tiene causa, se maneja en la más estricta razón utilitaria, como si solo bastara acceder al gobierno como un fin en sí mismo, sin hacerse cargo de ninguno de los desgarramientos cruciales de este país. Se mueve en el terreno de la ausencia radical de herencias y legados históricos.

–Nombró a Carta Abierta y presentó una objeción radical a la oposición, dos cuestiones que fueron muy discutidas en los últimos tiempos. ¿Cuál es su posición al respecto?

–Carta Abierta es un conjunto abierto, imposible de homogeneizar, donde comparecen ensayistas, escritores y artistas de distintas tradiciones intelectuales, críticas, y que, sin embargo, han logrado constituir un estilo de trabajo y un tejido intelectual inédito en el campo de las experiencias populares. Carta Abierta ha acompañado a la experiencia política del kirchnerismo en sus momentos más decisivos. Al funcionar con la metodología estricta de una asamblea abierta, donde se toma la palabra espontáneamente, a veces la oportunidad política no siempre la acompaña en el sentido más favorable. No obstante, se ha constituido incondicionalmente como un conjunto de intelectuales que ha aceptado como una auténtica interpelación la experiencia que vive nuestro país desde el gobierno de Néstor Kirchner. Esa interpelación recíproca ha cambiado incluso el modo de ser de distintas prácticas intelectuales y ha convertido a las escrituras emergentes de una biblioteca en una letra viva y polémica. Se podrán ahora señalar algunos desaciertos relativos a la campaña, pero la historia continuará y allí ya están para siempre las distintas cartas escritas, en cada una de las coyunturas, en un estilo irreductible al ámbito tradicional de las declaraciones políticas. Añadiría además que el kirchnerismo implica una suerte de revolución cultural en nuestro país, cuya organización política aún está en transcurso, se mantiene en su devenir. No se trata ni de la forma clásica del partido político ni tampoco se puede hablar de aquel famoso tercer movimiento histórico, porque en esa fórmula aún subsiste un sentido histórico donde siempre se pretende saber a priori hacia dónde se va, y es bastante fácil reconocer que actualmente los procesos históricos se han contaminado de una contingencia radical. Por ello, urge más que nunca saber elaborar respuestas improvisadas que, sin embargo, mantengan una relación tensa con la causa de la que antes hablábamos. ¿Cómo anudar, sin que esto se disperse o sea devorado por el goce de las internas, partidos políticos, movimientos sociales, redes sociales, agrupaciones juveniles, Estado y nuevas prácticas militantes a partir de una conducción política? De entrada, sería una ingenuidad mayor esperar que esto funcione como un todo homogéneo y coherente. En este aspecto, habrá que admitir que durante todo el tiempo existirán tensiones dominantes y conflictividades internas que, sin embargo, no deben obturar –y esto es lo importante a considerar– los verdaderos objetivos comunes y el enorme poder del adversario. Un adversario que, más allá de estar representado por tal o cual político, representa a estructuras dominantes consolidadas históricamente, que se caracterizan por su gran capacidad de mímesis y recomposición. Todo esto es lo que está en juego en octubre. Para nosotros siempre se trata de algo más que ganar unas elecciones, se trata de mantener la memoria de una causa siempre pendiente en el tiempo del nihilismo acontecido del capitalismo.

–En este sentido, ¿qué le parece lo escrito por Fito Páez en Página/12 y la polémica suscitada?

–En relación con la carta de Páez, aunque hayan sido desafortunadas, puedo entender hasta cierto punto el uso de algunas expresiones excesivas. Hay que reconocer que es raro que un artista famoso como Fito Páez no haya contemplado las leyes del mercado, al proferir su polémica expresión. Es cierto que, como ya se ha indicado, la palabra asco es un rechazo radical al Otro, incompatible con la vida democrática. Especialmente si se atiende al argumento de que hay un mandato que rige para todos y que es el principio democrático. Pero también es verdad que la democracia ha sido muchas veces secuestrada por la lógica de las corporaciones que muchos de los políticos de la oposición aún representan. Aunque la palabra está mal empleada, puedo entender el efecto “Casa tomada” (Julio Cortázar) que el mismo Fito pudo captar en el clima político de la ciudad cuando la misma está asediada por un cinismo apolítico que se disfraza en una perfomance televisiva y que es bastante dudoso con respecto a sus prácticas democráticas. En mi opinión, no se trataba de asco por las personas, sino de repugnancia por los procedimientos empleados por el PRO. En cambio, cuando la Presidenta, en el acto de presentación de ese gran retrato de Eva, invitó a la unidad, esa unidad está concebida desde una interpretación histórica que se hace cargo de un legado ético insoslayable: ser fiel, en la medida de las posibilidades históricas, al saber en reserva que aún late en las luchas populares de nuestra historia.

–Ya que nombra al PRO, ¿qué le parece el surgimiento de esta “nueva derecha”? ¿Es realmente nueva?

–Occidente, ahora más que nunca, se atiborra de actores, ídolos mediáticos, supuestos gestores que constituyen las nuevas máscaras de la derecha que ahora ya se desliza definitivamente en el horizonte nihilista del mercado. Por ejemplo, Macri, Berlusconi, Midachi, Tea Party, etc. Entiendo que esto suscite más allá de cualquier contrato electoral una suerte de rechazo ético. Pues se trata de una política entendida de un modo tal que insulta a la experiencia que cada sujeto debe hacer de su propia historia. Es la derecha de siempre incorporando las nuevas técnicas del mercado a sus procedimientos electorales.

–Dos últimas cosas: ¿cómo influye en estas apreciaciones su experiencia como consejero cultural de la Embajada Argentina? Y, para salir del déjà vu ombliguista de las comparaciones Europa-Argentina, un dato en el que estamos muy ajenos es la ultraderecha: ¿es un fantasma que recorre ese continente?

–Sin duda, de una manera decisiva, porque pude captar en toda su realidad que una embajada es finalmente un instrumento político. En este sentido, el embajador argentino en España, Carlos Bettini, ha sabido poner en juego como nadie esta dimensión. Al margen de mi responsabilidad puntual, llevo 35 años viviendo en España y nunca había podido apreciar a un embajador interpretando y resolviendo las distintas problemáticas de la relación bilateral. Para mí, que vivía en España en relación con el mundo de la teoría y la cultura, constituye un aprendizaje de primer orden esta experiencia, me permitió leer de otra manera distintas realidades en su complejidad más singular. Por otro lado, en relación con el fantasma de la ultraderecha, siempre me impresionó la premonición de Jacques Lacan en 1964, cuando aseguró que el porvenir del Mercado Común Europeo (y esto no lo preveía nadie en esa época, si se quiere, optimista) nos iba a dar a conocer cotas desconocidas en cuanto al ascenso del racismo. Se trata de su célebre tesis sobre “el odio al goce del Otro”, actualmente ya muy reconocida y muy comentada y que básicamente intenta dar cuenta del odio racial, no solo como odio por la diferencia, tal como se suele mencionar habitualmente, sino como un desconocimiento radical en el sujeto sobre sí mismo, sobre sus goces más secretos. que lo lleva a traducir el goce del otro, su modo singular de satisfacción, como un goce subdesarrollado. Se trata de un racismo cuasi invisible, que no necesita ser proclamado, que siempre aprecia en el otro un exceso, una intrusión, un robo del propio goce; los extranjeros con sus fiestas, con su relación con el trabajo, con el dinero o con lo que sea, invaden lo más íntimo del sujeto racista, un sujeto que la mayoría de las veces desconoce los resortes últimos de su rechazo. De allí la actual metamorfosis política de Europa, siempre tan preocupada por lo que puede llegar de modo inesperado a perturbar su identidad, siempre tan asediada por el espectro amenazante de un goce supuestamente no domesticado. Por ello, actualmente se verifica cómo la derecha, no solo la ultraderecha, juega electoralmente con el “problema” de los “ilegales”, incluso logrando que muchos barrios que tradicionalmente por ser de trabajadores votaban a la izquierda, ahora se sumen a la escalada racista. Los guiños xenófobos que los políticos deslizan en su enunciación dan testimonio de este vergonzoso asunto, unos apelando a la crisis, otros a la seguridad, otros a la racionalidad de la gestión y todos encubriendo que esos extranjeros han sido llamados para trabajos donde se los expolia impunemente. El gran desafío político del siglo XXI es inventar un “ser con los otros”, una nueva idea de lo común, distinta de los procesos actuales de homogeneización que conllevan necesariamente a que los vínculos sociales estén absolutamente impregnados de lógicas segregativas.

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