sábado, 27 de junio de 2015

Video Difusión - Acerca del Programa de Prevención en Salud Sexual y Procreación Responsable



Descripción: 
Este Proyecto de Extensión Universitaria (PEU) está planteado desde la Cátedra de Clínica de la Licenciatura en Psicología de la FHAyCS de la UADER para ser llevado a cabo en el Centro de Atención Primaria de la Salud (CAPS) “El Charrúa” y en dos escuelas secundarias públicas de la ciudad de Paraná, las mismas son Escuela de Educación Técnica N° 3 “Enrique Carbó” y la Escuela de Educación Técnica N° 2 “Almirante Guillermo Brown”. Las estrategias aquí planificadas tienden al trabajo interdisciplinario, interinstitucional y coordinado con el objetivo principal de mejorar las condiciones de vida de la población del área programática en general y en particular las condiciones de Salud Sexual en mujeres y adolescentes que son los dos grupos primordiales que presentan vulnerabilidad física, psicológica, social y económica. Se plantean estrategias tendientes al fortalecimiento del equipo de salud, a facilitar el acceso de los usuarios a los servicios y programas de Salud, a realizar intervenciones clínicas con el objetivo de favorecer la capacidad de intervención en políticas sociales. Además como propuesta de extensión desde la Cátedra, se pretende generar una actividad coordinada y supervisada de inserción de los alumnos avanzados de la carrera o recientemente recibidos para acercarlos a la práctica en el terreno de la clínica como un primer contacto profesional. En relación a los becarios el objetivo fundamental es insertarlos en la práctica clínica en instituciones públicas de salud y educación con la supervisión de los docentes de la cátedra. Desde esta se presenta a la Psicología Clínica como un campo científico aplicado, en la cual la especificidad del rol profesional requiere de una formación adecuada.

martes, 9 de junio de 2015

MONOGRAFÍAS 2015

Selección de Monografías 2015, del Seminario 1 "Psicología Social en el Campo Educativo"
  1. LLoréns, Laura / Descargar
  2. Paiva, María Virginia / Descargar

martes, 2 de junio de 2015

La Tercera Guerra Mundial

Martes, 02 de junio de 2015

Por Jorge Elbaum * 

La escena tiene poco de pedagógica. Un salón de actos de un colegio privado de la ciudad de Buenos Aires, ubicado en la calle Yatay, en el barrio de Almagro, y un auditorio de cientos de alumnos abarrotados ante la recordación del fin de la Segunda Guerra Mundial. En el escenario –sustituyendo a una directora adusta y gravosa–, un “pensador” de la derecha argentina se empodera de profetismo apocalíptico y advierte ampulosamente a los jóvenes: “Todos ustedes lo saben: estamos hablando desde el marco de una Tercera Guerra Mundial. Ya ha comenzado. La Argentina ha tenido el triste honor de ser uno de los países donde la Tercera Guerra Mundial puso de manifiesto su índole, y el no esclarecimiento de lo ocurrido en la AMIA, coronado como encubrimiento por el asesinato del fiscal (Alberto) Nisman, prueba hasta qué punto es peligrosa la complicidad que la no búsqueda de la verdad puede generar con los promotores de esta guerra tan particular, que no se caracteriza por la confrontación entre ejércitos convencionales”.
Dicha alocución, enunciada por Santiago Kovadloff a mediados de mayo –y reproducida por las redes sociales como una pieza de lucidez geopolítica–, produjo un revuelo entre los participantes del acto. “Si realmente estamos frente a una guerra mundial –se preguntaba una docente a la salida de la escuela– y los muertos empiezan a apilarse a pocas cuadras de acá, en Puerto Madero, debe ser hora de defenderse”. Un alumno de cuarto año afirmó, luego del incendiario discurso: “Los que hacen esta guerra son los terroristas, los musulmanes, los árabes, los iraníes...”, contribuyendo a desatar la paranoia montada sobre el cadáver del ex fiscal.
La irresponsabilidad de la arenga bélica desatada en una escuela, amparada además por el megáfono de la legitimidad “cultural” que otorga la institución, dejó absorto a más de uno de los estudiantes presentes. La construcción de fantasmas, internos o externos, instituidos a base de paranoia, ha sido históricamente uno de los mecanismos más eficaces para inventar enemigos. Y ha sido también el dispositivo inicial para cosificarlos y deshumanizarlos: cuando la actitud defensiva y el miedo se apoderan de un actor social, aparece como necesario el mecanismo de segregar, perseguir y excluir. La escuela debería ser pensada y actuada como un espacio para el encuentro y la tramitación pacífica de los conflictos, pero los popes letrados de la derecha vernácula se empecinan en sumar las aulas educativas a la promoción perversa del miedo y del odio. Nuestra historia salpica de ejemplos en los que la estigmatización –interna y/o externa– ha sido caldo de cultivo para perseguir y quitar derechos.
La “hora de la espada” frente a esta tercera guerra mundial a la que hace referencia Santiago Kovadloff, es coherente con la defensa que realizó en abril del año pasado en relación a Vicente Massot: el barbado bahiense, propietario del periódico La Nueva Provincia desde el cual –hasta el día de hoy– se defiende la última dictadura militar genocida, fue amparado por la denominada “Academia Nacional de Ciencias Morales” cuando la Justicia acusó a Massot por la complicidad en la desaparición de delegados de su diario. En aquella ocasión, dicha Academia repudió la apertura de la causa contra Massot, pese a que el acusado era, desde el año 1975, el encargado de la relación con el personal del diario y siendo que en 1976 desaparecieron los dos delegados de esa empresa editorial familiar.
Entre quienes acompañaron a Kovadloff en la defensa de Massot figura Manuel Solanet, ex viceministro de Economía de la dictadura, y Carlos Escribano, hombre fuerte del diario La Nación, quien intentó sin éxito extorsionar al ex presidente Néstor Kirchner al inicio de su mandato. Pero el dato quizás más simbólico reside en el hecho de que Kovadloff defendió sin miramientos a quien fuera en los años ’70 el secretario de redacción de la publicación más judeofóbica de la historia argentina: la revista Cabildo.
Otro de los alter ego de Elisa Carrió, en lo referente a la siembra de “malas noticias” es el literato Marcos Aguinis. El psiquiatra cordobés es descripto por muchos aficionados como el atacante central del seleccionado de la derecha liberal local. Junto a Kovadloff se disputan el segundo puesto –luego de Lilita– en la fabricación de peligros y cataclismos supuestamente emergentes. Aguinis publicó recientemente una columna de opinión en su periódico de referencia (La Nación), en la que compara el Islam con el hitlerismo. La brutal sutileza de su artículo radica en que no hace ninguna diferenciación entre el Islam (religión que tiene 1800 millones de adeptos en el mundo) y lo que él denomina “islamismo”, avalando la confusión entre el extremista Estado Islámico y el resto de los musulmanes del mundo que repudian –pero sobre todo sufren en carne propia– las lapidaciones cometidas en nombre de la Shaharía. La burda comparación entre el Islam y el nazismo podría ser simplemente una provocación reaccionaria si no fuese por el hecho de que esos mil ochocientos millones de musulmanes están siendo estigmatizados por personeros de la palabra como Aguinis. Alguien dijo, años atrás, que los musulmanes europeos de hoy están siendo tratados como los judíos en la década del veinte del siglo pasado. Y no hay huevo de la serpiente más eficaz que ir culpabilizando de a poco a quienes únicamente pretenden vivir su fe sin ser desacreditados. Aguinis completa la negación y la invisibilización de su enemigo al afirmar en el artículo de marras que: “La confusión y la hipocresía se manifiestan con intensidad al acuñarse la palabra islamofobia. No hay tal. En Europa viven más de veinte millones de musulmanes que pueden acceder a todos los derechos”.
Apreciaciones como la antedicha aparecen como un calco de aquellas formuladas por los responsables cosacos y las juventudes hitleristas cuando eran interrogados sobre la situación de los judíos en Europa a principios del siglo XX. Hoy en día, todos los organismos de derechos humanos del viejo continente ranquean la islamofobia como la forma más presente de la discriminación, que genera resentimiento y malestar entre aquellos inmigrantes obligados a convertirse en refugiados al escapar de los conflictos armados, principalmente niños y niñas, mujeres y personas ancianas.
Tanto Kovadloff como Aguinis han caracterizado las polémicas políticas de los últimos doce años como una muestra de “crispación”, llegando a catalogar a los debates democráticos como ejemplos de intolerancia. No deja de ser llamativo que, paralelamente, anuncien guerras mundiales o invisibilicen a las víctimas de la discriminación sin considerar dichos posicionamientos como mecanismos de intimidación. Para Aguinis trabajar para Massera no supone una forma de violencia simbólica hacia los desaparecidos y sus familias. Para Kovadloff defender al secretario de redacción de Cabildo tampoco. Ambos han decidido indignarse frente al debate público sin avergonzarse por promover el odio a través de discursos guerreristas que necesitan construir un enemigo para canalizar sus fantasiosos miedos.

* Sociólogo. Ex directivo de la DAIA.

Fuente: Página|12

La segregación manicomial

Martes, 02 de junio de 2015 

En su informe 2015 sobre DD.HH. y sociales, el CELS cuestiona a los gobiernos nacional y porteño por el incumplimiento de la Ley Nacional de Salud Mental. El primero, por dificultar la aplicación y el segundo, por promover la privatización.

Por Pedro Lipcovich
 
El CELS cuestionó a los gobiernos de la Nación y de la Ciudad de Buenos Aires en cuanto al cumplimiento de la Ley Nacional de Salud Mental. Al primero, porque el Plan Nacional de Salud Mental del Ministerio de Salud mostraría “una posición ambigua, si no resistente” ante la ley, “cuya meta es el cierre de los manicomios en 2020”. Al segundo, porque “para el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, la política de salud mental es manicomial”, con “los modelos de segregación propios de las instituciones asilares”. En el Plan Nacional, la sustitución de los hospitales monovalentes por dispositivos con base en la comunidad, requerida por la ley, habría quedado desplazada por una “adecuación” que preservaría la institución manicomial. En la Ciudad, intentos de impulsar la atención comunitaria fueron desarticulados por el gobierno porteño, cuyo propósito sería mantener las internaciones manicomiales “tercerizándolas en servicios privados”. En la Ciudad, el 80 por ciento de los recursos en salud mental se destinaría a “los monstruos manicomiales”. Y, en todas las jurisdicciones, se vendría desestimando la persistencia de instituciones privadas que desarrollan prácticas manicomiales.
Las observaciones del CELS ocupan un capítulo de su Informe 2015 sobre derechos humanos y sociales en Argentina, según el cual el Plan Nacional de Salud Mental, elaborado por la Dirección Nacional de Salud Mental y Adicciones, “no hace referencia a ninguno de los mandatos de la Ley Nacional de Salud Mental, cuya meta es el cierre de los manicomios en 2020”: “no se hace referencia directa a la sustitución de hospitales monovalentes ni a la vulneración de los derechos humanos de las personas que viven en los manicomios”, y señala una “ausencia de políticas que favorezcan la inclusión social”.
El CELS señala que el Plan plantea “una adecuación” de las instituciones monovalentes y que “concebir la sustitución indicada por la Ley de Salud Mental como mera transformación es una postura que pretende preservar estas instituciones: la ley establece sustituirlas y no transformarlas”. En el Plan, “no se nombra a los psiquiátricos monovalentes y aparecen en su lugar las expresiones ‘efectores públicos’ e ‘instituciones públicas’. De esta manera, se cambia el eje de la evaluación al ordenar sustituir lo público, en lugar de sustituir los psiquiátricos monovalentes, sean públicos o privados”, según el CELS.
Además, afirma el CELS, en el Plan se harían equivaler las categorías “incluidos en un hogar” y “en dispositivos residenciales comunitarios”, lo cual “borra las di ferencias entre situaciones bien distintas. El ‘hogar’ es una institución total basada en un paradigma que tiende a obturar la inclusión social. Proponer el pasaje de pacientes a los hogares, habilita la reproducción de las lógicas restrictivas de la libertad.” “El resultado es una posición ambigua, si no resistente, ante la obligación de implementar la ley.”
En la Ciudad de Buenos Aires, el informe denuncia “dos hechos que dan cuenta de la política pública de salud mental”. Uno de ellos es “la desarticulación del Programa de Atención Comunitaria (PAC) de Niños, Niñas y Adolescentes con Trastornos Mentales Severos”, que “había ayudado a mantener a más de trescientos niños en su medio familiar y evitar internaciones”. Un segundo hecho fue el intento de licitación de un “servicio de internación prolongada de pacientes psiquiátricos”, que vendría a mantener las internaciones prolongadas “tercerizándolas en servicios privados”. Esta licitación pudo frenarse gracias a “acciones legales de la Asesoría General Tutelar y de organizaciones de la sociedad civil”.
También señala en la Ciudad “la privación de recursos”, ya que “más del 80 por ciento del presupuesto se asigna a las cuatro grandes instituciones psiquiátricas: Borda, Moyano, Alvear y Tobar García, librando apenas un 20 por ciento para los dispositivos ambulatorios y los programas que apuntan a la reinserción en la comunidad”. “Cada año se observa un aumento de lo asignado para los hospitales monovalentes”, mientras que “se quitan recursos a dispositivos de tipo ambulatorio como los centros de salud mental y el Programa Talleres Protegidos”. Además, en los hospitales monovalentes, la distribución presupuestaria “privilegia los servicios de internación por sobre los ambulatorios”.
Se refiere también a una desfinanciación de los Cesac porteños, centros de atención primaria “en los cuales debería apoyarse la respuesta sanitaria sobre la base de la comunidad como alternativa a la internación”: sólo en cuatro de ellos aumentó el presupuesto. Y en los hospitales generales, la salud mental “ocupa menos de un uno por ciento del presupuesto y no encontramos información sobre qué implica concretamente”. En resumen, “para el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires la política de salud mental es manicomial y está sesgada por los modelos históricos de segregación propios de las instituciones asilares”. La caracterizan, según el CELS, “la defensa orgánica del hospital psiquiátrico y el desmantelamiento de la oferta descentralizada”. Como consecuencia, “sin una red comunitaria que despliegue la atención primaria, las personas quedan a expensas de las lógicas de una institución de poder totalitario que sostiene prácticas abusivas”.
Finalmente el CELS advierte que “la Ley Nacional de Salud Mental puede ser letra muerta si no existen prácticas institucionales que lleven adelante el proceso de transformación”. Página/12 intentó comunicarse con los ministerios de Salud de la Nación y de la Ciudad de Buenos Aires, pero no obtuvo respuesta.

Fuente: Página|12