lunes, 30 de agosto de 2010

Vivió durante años en una casilla de revistas y ahí murió

Desde la Cátedra de Psicología Social (modalidad con práctica de campo en la comunidad) de la Licenciatura en Psicología de la FHAyCS de la UADER queremos compartir con toda la comunidad universitaria esta triste noticia que hoy publica "EL Diario" de Paraná y que subiremos a nuestro Blog de Cátedra. Uno de nuestros Centros de Práctica es acompañar a las PERSONAS EN SITUACION DE CALLE DE PARANA. Lo hacemos desde el "Cenador Manolo", el digno "Servicio de duchas" de Emaús Paraná y de "Barriletes". Todos los años muere en invierno algún compañero "en situación de calle" en nuestra ciudad. Esta vez es Carlitos que se había refugiado en una casilla de diarios de chapa, donde el frío se duplica. No queremos que se siga naturalizando esta situación en Paraná, -al menos nosotros no queremos naturalizarla- Por eso DENUNCIAMOS la situación de "invisibilidad" de los DESAPARECIDOS SOCIALES de nuestra comunidad y nos comprometemos junto a todos los que quieran acompañarnos a elaborar un proyecto de una CASA SOLIDARIA PARA PERSONAS EN SITUACION DE CALLE DE PARANA, que no solo dé cobijo en invierno, sino que también sea un lugar de encuentro, de contención psicosocial, de aprendizaje y capacitación y de re-creación. Nuestra Rectora de la UADER y nuestra Decana de la FHAyCS se han interesado en varias oportunidades por esta temática, también diversos medios de comunicación locales y el Gobierno Provincial, a través del Ministro de Desarrollo Social y su equipo. Esperamos todavía que nos atienda en algún momento el Municipio de Paraná a través de su Secretario de Desarrollo Social con quien tenemos solicitada una audiencia todavía no conseguida.

A todos ellos y a todos nosotros LOS COMPROMETEMOS y nos comprometemos particularmente nosotros y las organizaciones no gubernamentales y personas de buena voluntad que vienen asistiendo como pueden (igual que nosotros) la situación de calle en Paraná, para que logremos una SOLUCION DE FONDO A ESTA SITUACION Y CON EL PROTAGONISMO DE LOS COMPAÑEROS Y COMPAÑERAS EN SITUACION DE CALLE. Que no tenga que morir un solo compañero de la calle más. Esto es responsabilidad en primer lugar del Estado, pero también nuestra, como sociedad. Saludos: Hugo García -Docente Coordinador de la modalidad de cátedra.
 
 
Marta Marozzini: “Carlitos, un hombre bueno, un caballero”. Así, con gran aprecio, lo recuerda el vecindario de la zona del Instituto Cristo Redentor de Paraná, a Carlos Alberto Martínez, un ciudadano que sufrió la indigencia y vivió en la calle hasta que murió, hace justo una semana.
 
El lunes 23, encontraron su cuerpo en una casilla de lata emplazada sobre Avenida Ramírez, en la vereda de enfrente al templo. Ahí, en esa caja estrechísima, instalada hace tiempo por un vecino con la intención de montar un quiosco de diarios y revistas, Carlos Martínez se cobijó durante más de tres años.

“Hallar ese lugar y el afecto de la gente, le cambió la vida, lo hizo feliz”, describe uno de los miembros de Compartir, organización integrada por vecinos de la ciudad que en 2001 inició la modalidad de acercar un plato de comida a los desamparados que pernoctan en la zona del centro. Así -ese grupo que recorre la ciudad todos los miércoles-, dio con Carlos, uno más entre tantos otros que se guareció en plazas, en porches, en edificios viejos (como el de la ex terminal de ómnibus) y en los ingresos de varias parroquias. Justamente, un rincón de la Capilla de la Asunción –templo contiguo al Instituto del Cristo Redentor- fue unos de sus últimas moradas transitorias.

Es que el paso siguiente fue la casilla situada del otro lado de la avenida; la ocupó tras advertir que estaba cerrada, vacía, y ahí se quedó hasta el final.
 
FAMILIA. “Pasa que acá encontró una familia”, dice la religiosa Martha Cuatrín, integrante de la Congregación Franciscana de Gante a la que pertenece el Instituto Cristo Redentor, al explicar el apego de Martínez al lugar.

Y seguidamente menciona algunas partes de la historia de Carlitos -como lo llama la hermana durante la charla con esta Hoja-. De chico, lo abandonaron en el Hospital de Niños San Roque; después lo adoptó una familia con la que no congenió y entonces terminó en un hogar de menores ubicado en Viale. Cuando fue mayor de edad, empezó su derrotero en la calle, describe la religiosa y aclara que eso era lo que él contaba de sí.

Una vez en la nueva morada, de color verde intenso, empezó de a poco a relacionarse con los vecinos y, especialmente, con la comunidad del Cristo. “Acompañaba a las personas en el recorrido de las escaleras de ascenso a la capilla, ayudaba a barrer el arroz que dejaban a su paso las parejas de recién casados, apagaba las luces del templo, siempre estaba dispuesto a ayudar”, rememoran en la comunidad. “Carlitos se hizo querer por todos”, afirma la religiosa Martha, quien revive la imagen del hombre, sentado, tomando mate, escuchando radio y charlando con uno y otro vecino.
 
En los últimos años, quiso recibir los sacramentos del bautismo y la confirmación. Y los recibió con el acompañamiento de madrinas y padrinos. Mientras empezaban a acentuarse algunos problemas de salud: era epiléptico, tenía problemas cardíacos y diabetes. El 24 de julio pasado cumplió 54 años, hubo festejos, y a poco de esa fecha, la vida se le fue de repente, en la casilla verde.

Él decía que tenía familiares, pero ninguno llegó a su despedida. Sí participaron con aflicción, la gente del barrio, la comunidad religiosa y las almas solidarias que en silencio vienen socorriendo –con alimentos y afecto- a quienes sufren el calvario de la soledad, de tener que vivir en la calle.

En esa situación hay una decena de ciudadanos sólo en la zona céntrica, según se ha informado desde las organizaciones a cargo del auxilio en la vía pública.

Paraná no cuenta con un lugar específico para alojar a personas sin techo, se advierte desde Compartir. En 2006 hubo un intento, para lo cual se habilitó un hogar municipal, pero luego el fin de esa casa –ubicada en Don Bosco al 1700- fue modificándose al atender otra franja de personas también necesitadas de techo y comida.

La carencia quedó otra vez reflejada hace un par de semana, cuando Sergio llegó a Paraná desde Santa Elena sin dinero ni lugar dónde ir. Caía la tarde de un día cruel de invierno y el muchacho no tenía sitio para pernoctar. Tampoco en ámbitos municipales se hallaba una salida. Ya entrada la noche, un llamado a una organización santafesina, permitió que el joven consiguiera cobijo y alimento en la otra orilla.
 
Fuente: El Diario