
También los antropólogos han descrito otras costumbres
supersticiosas que tenían el mismo propósito. La esencia de todos estos
procedimientos era transferir la culpa por medio de un rito mágico.
Estos actos siempre han estado asociados con actitudes agresivas y
sumamente punitivas. En algunas ceremonias con chivos expiatorios que
terminaban con la muerte sacrificial de la víctima escogida, esta
agresividad se manifestaba claramente.
Es posible que la notoriedad de estas ceremonias homicidas tiendan a
distorsionar el sentido del término chivo emisario.
Desde los tiempos más antiguos, perdura la noción de que la culpa y la
desventura pueden ser desplazadas de las espaldeas de un hombre a las de
otro. El pensamiento animista confunde lo que es mental con lo que es
físico. Si un hato de leña puede ser transferido, ¿porque no el peso de
una pena o de una culpa?
El término se aplica hoy en día de una manera no demasiado literal,
para denotar simplemente el supliciado de sentimientos agresivos, para
descargar en él lo que no puede hacerse abiertamente contra el verdadero
blanco de estos sentimientos. Un chivo emisario en este sentido trunco,
es el receptáculo de la agresión desplazada. Es más cercano definir al
chivo emisario como la persona a quien se hace sufrir la carga de la
culpa desplazada.
Actualmente tendemos a rotular este proceso mental con el nombre de
proyección. Vemos en otras personas el miedo, la ira, la codicia que
residen primariamente en nosotros mismos. No somos nosotros los
responsables de nuestras desventuras, sino otras personas. En nuestro
lenguaje cotidiano reconocemos este defecto con las frases “El que
recibe los bifes”, “echarle la culpa al vecino” o “chivo emisario”.
Lo más semejante a un “chivo emisario para todo servicio” son los grupos
religiosos, étnicos o raciales. Al tener permanencia y estabilidad,
puede otorgárseles un status definido y puede colgárseles un estereotipo
como grupo. Un negro determinado puede tener más antepasados blancos
que de color, pero lo que necesita es una raza “con supuestos sociales”,
y es por ello que se lo incluye arbitrariamente. A veces el proceso es
inverso.
Un alcalde de Viena, durante los días del régimen nazi, quería acordarle
un privilegio a un judío prominente. A la objeción de que su
beneficiario procedía de una familia judía, contestó diciendo: “Me
corresponde a mí decidir si es o no judío”. El hecho de que los nazis
convirtieran a ciertos judíos privilegiados en “arios honorarios”
muestra la importancia que tiene que mantener intacta la minoría
perseguida. Mientras esto puede hacerse, es posible pensar que el mal
procede de un grupo integrado y personalizado con valores ajenos, y que
posee un carácter permanentemente amenazante, que se continúa de
generación en generación. Es por esta razón que odio racial, religioso y
étnico está más extendido que el prejuicio contra grupos ocupacionales,
de edad o de sexo. Se necesitan categorías definidas y permanentes para
consolidar un odio definido y permanente.
La persecución de chivos emisarios no sólo libera a la persona
predispuesta de una sensación opresiva de disgusto consigo mismo, sino
que también le proporciona gratificación narcisística y oportunidades de
descarga adecuada de agresividad y el saboreo de la fruta prohibida.
El Dr. Enrique Pichón Rivière
sostiene que la idea de chivo emisario es aplicable a cualquier
situación grupal. lo describe particularmente en relación al grupo
familiar y a las ansiedades como aspectos negativos o atemorizantes
asumidos, indicando que cuando en una familia un sujeto "se ha hecho
cargo de las ansiedades del grupo, se configura la situación de 'chivo
emisario'. El sujeto se defiende entonces de la ansiedad apelando a los
mecanismos o técnicas del yo. Si este recurso adaptativo falla, hace su
eclosión la enfermedad, con la consiguiente segregación del paciente,
abandono del rol, dificultad en la reintegración del miembro enfermo,
etc."
"Un enfoque inmediato y pluridimensional de la situación de enfermedad,
facilitará una redistribución de ansiedades, liberando al paciente de la
'ansiedad global' que había asumido, en un intento de 'preservación'
del grupo".
Es un rol adjudicado y asumido por un miembro del grupo por el cual
éste "se hace depositario de los aspectos negativos o atemorizantes del
mismo o de la tarea", en un acuerdo tácito donde se comprometen tanto él
como los otros miembros, llamados expiadores, que lo segregarán.
Chivo emisario, portavoz y líder.- No deben confundirse los roles de
chivo emisario y portavoz, por cuanto a veces suelen ser asumidos
simultáneamente por una misma persona, como por ejemplo por el miembro
considerado enfermo dentro del grupo familiar. Una cosa es expresar lo
que pasa en el grupo (portavoz), y otra es hacerse cargo de los aspectos
negativos de éste (chivo emisario).
En relación con el liderazgo, cabe consignar que ambos roles, el de
chivo emisario y el de líder "están íntimamente ligados, ya que el rol
de chivo surge como preservación del liderazgo a través de un proceso de
disociación o splitting necesario al grupo en su tarea de
discriminación". En efecto, la existencia de un chivo emisario procura
al grupo la posibilidad de disociar los aspectos buenos del grupo de sus
aspectos malos, proyectándolos en dos roles distintos: el de chivo
emisario y el de líder, respectivamente.
Ernesto Moya –Psicólogo Social-
Bibliografía:
La naturaleza del prejuicio –Gordon W. Allport-
El proceso Grupal- Enrique Pichón Rivière
The
Scapegoat Motif in Society and its Manifestations in a Therapeutic
Group, International Journal of Psychoanalysis, V. XXXIV, 1953.
Bethlem Royal Hospital y Maudsley Hospital, Londres.