29 julio, 2014
Los problemas y las respuestas que encuentran los docentes en una
escuela media de Paraná en un contexto difícil. Con el propósito de
defender y sostener a sus chicos en la escuela la directora de la
Escuela Neuquén necesitó hasta de cuidar una bebé de días en la
dirección. La historia de la pequeña madre.
Ella da una vuelta a la manzana, cada mañana, antes de entrar a la
escuela. Busca a los gurises, a los que se demoran, a los que dudan en
volver al aula o quedarse ahí con lo que la calle ofrece. Lo que la
calle ofrece es el destino bravo, que ellos vislumbran todos los días,
el resto del día, cuando no están en la escuela. El destino bravo es lo
que les toca, de modo irremediable en algunos casos, por el azar de esa
ruleta que alguna vez los vio nacer allí.
Ella los busca y les dice que cuando lleguen tarde al trabajo se van a
quedar en la calle. Y los escucha también. Algo que los gurises no han
experimentado en gran medida: que alguien los escuche. Por eso, a veces,
oye dramas de primera mano; a veces los recibe una vez que lo supieron
sus docentes o los preceptores. “Hay que sumar –dice Silvia Marmet-
nosotros estamos para sumar y para defender la vida”.
Silvia Marmet es la directora de la Escuela secundaria Provincia de
Neuquén. Una mujer alta, visible a la distancia, de voz suave por
obligación de una patología docente que le afecta la garganta. Ella es
quien escucha y los alumnos son los que se van sacando de encima, como
pueden, todos los pesos de ese destino bravo que les tocó en suerte.
La escuela Neuquén recibe chicos de por lo menos cinco barrios de
condición muy humilde, donde el drama de la droga les anda siguiendo los
pasos y la violencia los tienen siempre a mano, como blanco fácil.
“Para hacer un winer –le decía un chico- tenés que tener plata y está es
la forma de tener plata”. Silvia escucha historias así y ya no abre la
boca con asombro, porque la droga es tema cotidiano, abre la boca con la
convicción de lo que “estamos para sumar y defender la vida”.
Sacar a un gurisito del destino bravo que se ofrece en la calle es parte de la tarea. ¿Pero cómo hacer no? ¿cómo hacer?
Laura faltaba mucho, tanto que el año pasado se quedó libre.
Directamente dejó de ir. Cuando iba seguido tampoco era sencillo que
estuviera ahí. Las peleas, que casi siempre empiezan revelando en redes
sociales discusiones privadas, eran frecuentes y terminaban de modo
violento, a los tirones de pelos. No quería estar, su vida no era fácil
aquí y mucho menos en casa. En casa era más difícil todavía. Mucho más
difícil. Silvia conversó con ella muchas veces, pero no había caso. Al
menos hasta que Laura se puso de novia con José. Ella 14 años, José 15.
Laura volvió a la escuela, no pudo con todas las materias, pero se
comprometió a seguir. Al poco tiempo supieron que estaba embarazada.
Se fueron a vivir juntos a una casita prestada del barrio Belgrano,
José trabajó haciendo ladrillos de sol a sol durante todo el verano y
cuando la beba nació los tres se presentaron en la escuela frente a la
directora.
“Le queremos solicitar algo”, dijo la niña. “Ya algo me imagino”, fue
la respuesta de la docente. La chica, ahora sí, quería estar en la
escuela como nunca antes, necesitaba de la escuela. Había superado el
primer trimestre aprobado todas las materias salvo inglés. Estaba
orgullosa de eso y quería seguir. Pero necesitaba ir a la escuela con su
bebé de días, no concebía otra manera. “Bueno, bien, vamos a hacer así,
la bebé se queda acá conmigo porque arriba hace frío, vos vas a
estudiar y lo venís a ver cuando quieras, pero la bebé se queda acá
mientras estas en la escuela”.
En la Neuquén hay cochecito y moisés. El año pasado se recibieron
siete alumnas que son madres, que eran madres mientras terminaban la
escuela y hay gurisitos que aprendieron a caminar en estas aulas. Lo que
el equipo de asesores pedagógicos intenta organizar para estos casos,
es la búsqueda de un jardín cercano, que pueda cuidar el bebé desde los
45 días mientras la mamá está en la escuela. A la bebé de Laura, claro,
le falta todavía para llegar a ese tiempo.
Por ahora, cuando la adolescente entra a clases, la bebé duerme en la
dirección junto a Silvia. “Se turnan para venir, el papá y la mamá,
todo el tiempo. Vos pensá que van a crecer juntos, pensá que cuando la
mamá termine la secundaria, la bebé va a estar ingresando a primer
grado”, calcula. Y así es. Para muchas criaturas de la edad de Laura,
reflexionan los docentes que conviven con ellas, la maternidad es un
camino de emancipación, un modo de salir de un paisaje hostil, una ruta
difícil de anticipar con la imaginación, pero siempre preferible en su
nebulosa antes que la realidad que vuelve a emerger, todos los días,
pero todos los días, ni bien estas niñas abren los ojos y ven allá
arriba el mismo techo. El mismo hogar.
Julián Stoppello de la Redacción de Entre Ríos Ahora
Fuente: Entre Ríos Ahora
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