Domingo, 19 de octubre de 2014
Un programa socioeducativo que ahora cumple 15 años
logró cambiar en las escuelas porteñas la tradicional tendencia
expulsiva de alumnas embarazadas y madres o alumnos padres por una
mirada inclusiva y contenedora. Cómo se logró esa transformación. Qué
influye en el embarazo en la adolescencia.
Por Mariana Carbajal
Imagen: Leandro Teysseire.
Alrededor de 2200 adolescentes embarazadas, madres y padres,
estudian en escuelas secundarias públicas de la Ciudad de Buenos Aires
con el apoyo de un programa especial, pionero en el país, que apunta a
acompañarlas para que no dejen la escolaridad. La iniciativa empezó a
implementarse en 1999 en el sur de la Ciudad, durante la gestión de
Aníbal Ibarra, y se fue extendiendo progresivamente al resto del
territorio porteño: hoy está presente en 148 secundarias, incluidas
escuelas técnicas y artísticas. Uno de sus principales logros es que, en
promedio, casi ocho de cada diez estudiantes que transitan la
maternidad o la paternidad no abandonan sus estudios. “Antes las dejaban
libres por la acumulación de inasistencias y las expulsaban. Buscamos
que sean reconocidas no sólo como madres o padres, sino, y
fundamentalmente, como estudiantes”, destacó a Página/12 la psicóloga y
psicoanalista Mariana Vera, fundadora y coordinadora del Programa de
Retención Escolar de alumnas embarazadas, madres y de alumnos padres,
que depende del Ministerio de Educación y que por estos días está
cumpliendo quince años.
El número de alumnas madres y alumnos padres se mantiene más o menos
estable en los últimos cinco años. Este año, de los 2200, casi el 50
por ciento tiene entre 18 y 21 años; el 38 por ciento, entre 15 y 17. El
60 por ciento estudia en escuelas vespertinas o nocturnas. El 50 por
ciento son madres, de la otra mitad, 30 por ciento están embarazadas y
20 por ciento son padres, una proporción que se registra desde hace diez
años, detalló Vera.
“Cuando empezamos a trabajar con el tema había una segregación
invisible hacia las alumnas que eran madres o padres, se las dejaba
libres y se las expulsaba. Hoy eso no ocurre más”, señaló Vera. Hay
normas que lo prohíben. En la Ciudad, la Ley 709 estipula un régimen
especial de inasistencias, horarios reducidos para favorecer la
lactancia y la obligatoriedad de organizar trabajos especiales en los
períodos de ausentismo. Esa normativa, como otras que también protegen
los derechos de estudiantes madres-padres en el ámbito porteño, fue
promovida desde el Programa de Retención Escolar, que coordina Vera
desde 2004.
Las estadísticas reflejan que sólo dos de cada diez alumnas madres o
alumnos padres que ingresan al Programa abandonan sus estudios. Entre
quienes dejaron la escolaridad en 2013, la mayoría de las chicas tomó la
decisión de cuidar a los hijos; entre los varones, la mayor parte lo
hizo para ponerse a trabajar.
El programa surgió en 1999 en escuelas de Villa Soldati, Lugano,
Retiro y La Boca, en las zonas más pobres de la Ciudad, a partir de una
experiencia que Vera llevó adelante desde 1995 en la EMEM Nº 4 de Villa
Lugano con un grupo de reflexión y escucha para las alumnas que estaban
embarazadas (ver aparte). Pero se fue expandiendo paulatinamente. Y
actualmente está presente en la casi totalidad de escuelas medias
públicas de la Ciudad: apenas en diez o doce el equipo técnico del
programa todavía no pudo hacer pie, por la resistencia de sus directivos
que prefieren no ver el problema. “Al principio se pensaba que el
embarazo de chicas en las escuelas era un tema geográfico, de los
barrios pobres. Pero en realidad estaba presente más allá del sur de la
Ciudad. Y escuelas de otros barrios se animaron a ver esta realidad”,
indicó a este diario Lucía Schiariti, licenciada en Educación e
integrante del equipo técnico del programa. De hecho, actualmente en una
escuela de Caballito hay 20 mamás y papás estudiantes. “Pero al mismo
tiempo, en uno de los colegios en los que todavía no estamos presentes
sabemos que hay unas 15 pibas madres o con embarazos en curso, pero las
autoridades no consideran necesario que trabajemos en conjunto”, agregó
Schiariti.
–¿Qué factores influyen para que ocurran los embarazos en la adolescencia? –le preguntó este diario.
–La falta de proyectos es un factor determinante. Históricamente hay
menos casos en las escuelas técnicas y en las artísticas. A veces,
cuando les preguntamos si sabían que podían quedar embarazadas, dicen
que sí, pero que no se cuidaron. También hay situaciones en las que
estaban buscando un embarazo, con la idea de armar un proyecto: ese
embarazo les ordena y resignifica la vida. La idea de “te arruinaste la
vida” es sólo para un pequeño porcentaje –contó Schiariti.
El programa promueve que en cada escuela haya un “referente
institucional” para las alumnas madres y los alumnos padres, que tiene
que tener cargo docente y para esa tarea recibe una capacitación
especial. Su función primordial es hacer de nexo entre las y los
estudiantes que enfrentan un embarazo y los docentes, y también con sus
propias familias. “El referente se encarga de chequear que los chicos y
las chicas vayan a clase y se ocupa de averiguar los motivos por los
cuales se ausentan. Lo más típico es que falten a clase cuando el hijo o
hija se enferma. Entonces los referentes se ocupan de pedirles tarea a
los profesores para que no se atrasen con las clases. Con las
situaciones de embarazo, planifican teniendo en cuenta la fecha de
parto, cuándo los docentes tienen que cerrar el trimestre para esa
alumna”, explicó Vera.
El programa impulsó otras resoluciones ministeriales. Por ejemplo,
que los estudiantes puedan asistir a clase con sus hijos y un seguro que
los cubre, que de-sarmó el mayor reparo de docentes y directivos para
aceptar a los hijos de alumnas en la escuela: “Si les pasa algo, qué
pasa con la responsabilidad civil”.
En doce escuelas de la Ciudad funcionan salas integradas donde las y
los estudiantes pueden llevar a sus hijos mientras están en clase.
Aunque en este momento, en cuatro de ellas hay problemas porque las
docentes fueron contratadas por menos horas de lo que dura la jornada
escolar o no se garantiza su continuidad para el próximo ciclo lectivo.
Por otra resolución, sus chicos tienen prioridad en la asignación de
vacante en el nivel inicial, indicó Vera. Algunas escuelas de otras
provincias replicaron la experiencia del programa, señaló, pero a partir
de la iniciativa de directivos comprometidos con la inclusión de las
alumnas madres en el sistema escolar, y no porque se trate de una
política educativa de apoyo a estudiantes que atraviesan la maternidad o
paternidad.
En los últimos años, además, desde el programa promueven la
implementación de proyectos para llevar la educación sexual integral a
las aulas, como marcan la ley nacional y una norma local, desde un
enfoque de derechos, incluyendo el derecho a decidir sobre sus cuerpos, y
la promoción de métodos anticonceptivos. “En el período en que están en
la escuela, la mayoría de las estudiantes que son madres no vuelven a
embarazarse. Tal vez el año en que tienen su hijo dejan la escuela pero
al año siguiente vuelven. A partir de la maternidad o paternidad
revalorizan la escuela: éste es un denominador común. El estudio tiene
otra dimensión para ellas y para sus hijos”, indicó Vera. Suelen decir,
detalló, que tienen que seguir estudiando para tener los conocimientos
para poder ayudar a sus hijos cuando crezcan con sus deberes escolares o
para poder conseguir un empleo.
Fuente: Página|12