El Grupo Institucional de Alcoholismo (GIA), del Hospital Escuela de
Salud Mental, fortaleció la tarea de los promotores. Son 10 personas que
han tenido el alta en el tratamiento. Están abocados a transmitir su
experiencia.
Contra lo que se acostumbra a ver en tratamientos de adicciones, los
promotores del Grupo Institucional de Alcoholismo (GIA) se presentan,
con nombre y apellido, con orgullo, y no demoran en contar su
experiencia.
No hay anonimato. Es que no conciben que haya algo de lo que protegerse. Llevan su identidad a cuestas, dando testimonio de la pelea que han dado para rearmar su vida después de la dependencia.
Los promotores son quienes han terminado el tratamiento intensivo de dos años en el GIA que funciona en el Hospital Escuela de Salud Mental. Además, de ayudar a quienes aún están en tratamiento, cumplir el rol que han asumido les permite no desvincularse del todo, a sabiendas de que la lucha para no recaer es para toda la vida.
Juan Carlos Villalba, José Oscar Cisneros, Carlos Alberto Frías y José Octavio Miño pidieron que se difunda la tarea, poniéndose a disposición de quienes padecen el alcoholismo.
“Sentimos la necesidad de ayudar, de prevenir que otra persona pase por lo mismo que pasamos nosotros”, dijo Villalba y Miño sabe lo que su historia vale: “Mi experiencia con el alcohol yo la puedo contar porque hay hechos que viví en carne propia, buenos y malos”.
Se repite, en los testimonios, el puntapié inicial que los acercó al grupo y a los profesionales que coordinan el espacio. Carlos Alberto Frías dijo que en su caso llegó “obligado por mi familia que venía soportando esto hace mucho tiempo. Llegó a un límite la situación. Perdía mi familia, mis hijos, perdía todo y eso me empujó a venir. No me quedaba otra”, recordó y para Villalba no fue distinto: “Lo que impulsa es la familia. Hay un momento que es la vida o el alcohol y el tratamiento empieza cuando te das cuenta de que el alcoholismo es una enfermedad, cuando decís ‘estoy enfermo, necesito un tratamiento, que me ayuden’”.
Miño agregó a lo dicho por Villalba que “interpretar eso te permite empezar a caminar. Cuando uno acepta que es alcohólico, que es una enfermedad, que te podés curar con voluntad y con ayuda, principalmente de la familia, ahí empezás a salir”, dijo y recordó: “Yo pensaba que mi familia no me quería, por ejemplo, y me quiere ahora más que antes. Uno, cuando está sin alcohol en la cabeza, puede pensar, puede ver. Tomar te hace mal al cuerpo y uno comete errores que después no te alcanza el tiempo para repararlos”, advirtió Miño.
Primer contacto. Mariela González Garmendia, psiquiatra a cargo del grupo, explicó que la idea de armar un grupo de promotores tenía que ver con “poder continuar el vínculo con ellos que terminaban su tratamiento pero no podíamos decir, se van, no sabemos qué pasa con ellos. Se pensó en esta alternativa para seguir acompañándolos porque acá se termina el tratamiento intensivo pero la pelea sigue toda la vida”, dijo.
“Se pensó en el rol de los promotores para contenerlos y a la vez para que pudieran proyectarse a sus compañeros, al exterior, a toda la sociedad, que puedan contar su experiencia con el tratamiento”, fundamentó.
La profesional aseveró que el método para dejar atrás el alcoholismo “es diferente a los demás” básicamente porque está apoyado “en un equipo de profesionales, interdisciplinario, del que participan médicos, psicólogos, terapistas, psiquiatras, trabajadores sociales, todos encarando esta problemática. Justamente lo que hacemos es tratar de acompañarlos y que la respuesta sea distinta a la que puedan recibir en una guardia o en un tratamiento de otros grupos de las iglesias, y demás”, dijo y jerarquizó la relevancia de “esa primera entrevista en una demanda que puede ser particular, voluntaria o involuntaria porque muchas veces llega un oficio policial que trae al paciente obligado porque si no está bajo apercibimiento de ser detenido o excluido de su hogar. Esa primera demanda, para nosotros, es muy importante porque de eso depende que el paciente se quede, se vaya, no venga más”, remarcó.
Vínculos. González Garmendia afirmó que la fuerza para sostenerse en el tratamiento es “la motivación que viene a partir de generar un vínculo que no tenían. Acá había sólo un vínculo con la botella y ahora lo empiezan a generar con personas. Lo más importante es que ellos puedan transmitir su testimonio, no desde la idea de que te van a decir cómo se hace, si no dar cuenta de lo que les está costando día a día llevar la enfermedad adelante”, destacó la psiquiatra.
También en función del rol de promotores, la terapista ocupacional Celeste Della Savia expuso el valor “del hacer” que se plantea, una tarea que parte de “llevar la experiencia propia al exterior”. El grupo integra, hoy por hoy, a 30 personas y son 10 los promotores que convocaron a cualquier interesado, alcohólico, familiar, compañero de trabajo de un enfermo, a consultar por el grupo en el teléfono (0343) 4331817, interno 24, de lunes a viernes, de 8 a 12.
Derribar mitos
González Garmendia aseguró que el tratamiento del grupo GIA no tiene la difusión que debiera tener. “Muchos no saben que existe este tratamiento y lamentablemente estamos dentro de un hospital con todos los mitos que tiene el hospital psiquiátrico. ‘Cómo voy a ir a ese hospital de locos, me van a dejar ahí”, imaginó las percepciones en torno del Hospital Escuela de Salud Mental.
“Por ahí debiéramos estar en un lugar diferente, pero nos tocó trabajar acá, el edificio es nuestro, estamos en la parte de las instalaciones nuevas. Antes trabajábamos como mutantes, íbamos de un lugar a otro, no teníamos espacio pero por suerte nunca paramos”, destacó.
En este marco, valoró: “La experiencia de ellos, en este sentido, es muy importante. Lo que ellos pueden brindar es muy valioso”, afirmó.
Fuente: El Once
No hay anonimato. Es que no conciben que haya algo de lo que protegerse. Llevan su identidad a cuestas, dando testimonio de la pelea que han dado para rearmar su vida después de la dependencia.
Los promotores son quienes han terminado el tratamiento intensivo de dos años en el GIA que funciona en el Hospital Escuela de Salud Mental. Además, de ayudar a quienes aún están en tratamiento, cumplir el rol que han asumido les permite no desvincularse del todo, a sabiendas de que la lucha para no recaer es para toda la vida.
Juan Carlos Villalba, José Oscar Cisneros, Carlos Alberto Frías y José Octavio Miño pidieron que se difunda la tarea, poniéndose a disposición de quienes padecen el alcoholismo.
“Sentimos la necesidad de ayudar, de prevenir que otra persona pase por lo mismo que pasamos nosotros”, dijo Villalba y Miño sabe lo que su historia vale: “Mi experiencia con el alcohol yo la puedo contar porque hay hechos que viví en carne propia, buenos y malos”.
Se repite, en los testimonios, el puntapié inicial que los acercó al grupo y a los profesionales que coordinan el espacio. Carlos Alberto Frías dijo que en su caso llegó “obligado por mi familia que venía soportando esto hace mucho tiempo. Llegó a un límite la situación. Perdía mi familia, mis hijos, perdía todo y eso me empujó a venir. No me quedaba otra”, recordó y para Villalba no fue distinto: “Lo que impulsa es la familia. Hay un momento que es la vida o el alcohol y el tratamiento empieza cuando te das cuenta de que el alcoholismo es una enfermedad, cuando decís ‘estoy enfermo, necesito un tratamiento, que me ayuden’”.
Miño agregó a lo dicho por Villalba que “interpretar eso te permite empezar a caminar. Cuando uno acepta que es alcohólico, que es una enfermedad, que te podés curar con voluntad y con ayuda, principalmente de la familia, ahí empezás a salir”, dijo y recordó: “Yo pensaba que mi familia no me quería, por ejemplo, y me quiere ahora más que antes. Uno, cuando está sin alcohol en la cabeza, puede pensar, puede ver. Tomar te hace mal al cuerpo y uno comete errores que después no te alcanza el tiempo para repararlos”, advirtió Miño.
Primer contacto. Mariela González Garmendia, psiquiatra a cargo del grupo, explicó que la idea de armar un grupo de promotores tenía que ver con “poder continuar el vínculo con ellos que terminaban su tratamiento pero no podíamos decir, se van, no sabemos qué pasa con ellos. Se pensó en esta alternativa para seguir acompañándolos porque acá se termina el tratamiento intensivo pero la pelea sigue toda la vida”, dijo.
“Se pensó en el rol de los promotores para contenerlos y a la vez para que pudieran proyectarse a sus compañeros, al exterior, a toda la sociedad, que puedan contar su experiencia con el tratamiento”, fundamentó.
La profesional aseveró que el método para dejar atrás el alcoholismo “es diferente a los demás” básicamente porque está apoyado “en un equipo de profesionales, interdisciplinario, del que participan médicos, psicólogos, terapistas, psiquiatras, trabajadores sociales, todos encarando esta problemática. Justamente lo que hacemos es tratar de acompañarlos y que la respuesta sea distinta a la que puedan recibir en una guardia o en un tratamiento de otros grupos de las iglesias, y demás”, dijo y jerarquizó la relevancia de “esa primera entrevista en una demanda que puede ser particular, voluntaria o involuntaria porque muchas veces llega un oficio policial que trae al paciente obligado porque si no está bajo apercibimiento de ser detenido o excluido de su hogar. Esa primera demanda, para nosotros, es muy importante porque de eso depende que el paciente se quede, se vaya, no venga más”, remarcó.
Vínculos. González Garmendia afirmó que la fuerza para sostenerse en el tratamiento es “la motivación que viene a partir de generar un vínculo que no tenían. Acá había sólo un vínculo con la botella y ahora lo empiezan a generar con personas. Lo más importante es que ellos puedan transmitir su testimonio, no desde la idea de que te van a decir cómo se hace, si no dar cuenta de lo que les está costando día a día llevar la enfermedad adelante”, destacó la psiquiatra.
También en función del rol de promotores, la terapista ocupacional Celeste Della Savia expuso el valor “del hacer” que se plantea, una tarea que parte de “llevar la experiencia propia al exterior”. El grupo integra, hoy por hoy, a 30 personas y son 10 los promotores que convocaron a cualquier interesado, alcohólico, familiar, compañero de trabajo de un enfermo, a consultar por el grupo en el teléfono (0343) 4331817, interno 24, de lunes a viernes, de 8 a 12.
Derribar mitos
González Garmendia aseguró que el tratamiento del grupo GIA no tiene la difusión que debiera tener. “Muchos no saben que existe este tratamiento y lamentablemente estamos dentro de un hospital con todos los mitos que tiene el hospital psiquiátrico. ‘Cómo voy a ir a ese hospital de locos, me van a dejar ahí”, imaginó las percepciones en torno del Hospital Escuela de Salud Mental.
“Por ahí debiéramos estar en un lugar diferente, pero nos tocó trabajar acá, el edificio es nuestro, estamos en la parte de las instalaciones nuevas. Antes trabajábamos como mutantes, íbamos de un lugar a otro, no teníamos espacio pero por suerte nunca paramos”, destacó.
En este marco, valoró: “La experiencia de ellos, en este sentido, es muy importante. Lo que ellos pueden brindar es muy valioso”, afirmó.
Fuente: El Once
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